sábado, 29 de noviembre de 2014

Un llanto a mediodía


Entre los cuatro y cinco años de edad mi madre me llevó con una familia amiga. No recuerdo que me haya preparado  para la experiencia que me esperaba. Fui dejada ahí bajo el cuidado de la señora Salcedo.
Recuerdo haberme asomado por la ventana que a duras penas alcanzaba desde un segundo piso de un enorme edificio de apartamentos, y gritar por mi madre con la ilusión de que a mi llamado regresara.
Lloré a todo pulmón como se llora la primera vez en la vida, sin esperanza, sin noción de tiempo, la vida toda era ese momento y era abandonada en un sitio desconocido por la persona en quien tenía entendida hasta ese momento, toda mi existencia.
Los días que siguieron se me pierden en la nebulosa del  tiempo, aprendí a hacer varias tareas pequeñas como extender mi cama, bañarme sin ayuda, me enseñaron las jóvenes de la familia a utilizar los cubiertos y a sentarme correctamente a la  mesa. De repente a alguna hora del día iba a mi cama para buscar bajo la almohada un pequeño peine y un espejo color menta que me había dejado mi madre como única prueba de que me quedaría en ese lugar, para mí esos objetos representaban  mi conexión con ella, los buscaba solamente con los dedos de mis manos para sentir su cercanía, me asaltaba entonces un sollozo apagado con un dolor en mi pequeño corazón.

Con el tiempo dejé de llorar, de hecho nunca lo volví a hacer en ninguna despedida. Aprendí a mitigar lo difícil del adiós solamente al pensar en un color verde claro.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Un extraño enemigo






Hay días en que parece uno completamente perdido de su centro. Como en juego de esas cajitas con balines que deben caer en un pequeño hueco dispuesto para ese fin, movemos y movemos la pequeña circunferencia buscando que la pieza caiga por sí misma en su lugar y no lo logramos. Si la pequeña canica fuese el “yo” y el punto horadado el “yo mismo”, de plano reconocería que hay días en que no me encuentro.
Aquí surgen las buenas y las malas noticias: una, que no estoy sola, ese estado es compartido con muchos otros habitantes del país y otra, que eso no es remedio de nada.
El tema de la violencia desatada en todos los lugares del territorio nacional sobrepasa el análisis simple o la mirada general de cualquier opinión más o menos preocupada.
Las conversaciones entre quienes tienen uno o dos datos documentados giran alrededor de la falta de control de las autoridades correspondientes.
Ya sea por una de las versiones que dicen que “antes” -y aquí no sé bien a qué “antes” se refieren si tenemos ya varios sexenios estatales con el mismo tipo de gobierno, o si el “antes” es federal y entonces estaremos hablando de menos tiempo- la autoridad se entendía con los líderes de la delincuencia y éstos respondían con control sobre las acciones en determinadas áreas. O bien las otras versiones que dicen que en la lucha contra el crimen organizado no se diseñaron estrategias para afectar de manera inteligente los cotos de poder de los diferentes grupos del hampa, dando como resultado que el descabezamiento indiscriminado haya dejado en la libre a mandos secundarios que arremeten contra los adversarios del mercado sin detenerse en la población que afectan y sin código alguno al que se pueda apelar para llegar a acuerdos.
Porque llegado el caso o se aniquila al delincuente como los tiempos de Elliot Ness o se busca la forma de encontrar puntos donde el resultado sea una efectiva disminución de la violencia presente ya en cualquier ciudad, barrio, camino, establecimiento o evento.
Querer encontrarle sentido político a todo buscando destinatarios en un efecto de juego de billar resulta en ocasiones un ejercicio para distraer del punto urgente a resolver: la ola sangrienta de atentados, ejecuciones o secuestros.
Explicar que las luchas son entre los mismos delincuentes no alivia ni responde al reclamo del ciudadano que exige seguridad.
Lo punzante, lo grosero es la aparente facilidad con que se arremete en sitios impensables hasta hace poco tiempo y lo peor aún son los discursos con los que se pretende responder a un sector delincuencial a quien los dichos de los políticos o los funcionarios no les hacen ni cosquillas, porque además ni los miran, ni los oyen.
De los atentados en Morelia ¿qué sigue?: minutos de silencio, becas para huérfanos, pensiones modestas para viudas, gastos de funerales, fotos, flashes, caras de circunstancia, golpeteo político para el gobernador perredista, declaraciones de las damas de blanco encargadas de la protesta nacional organizada, y horas en noticieros dando los pormenores del lugar en donde cayeron las modestas prendas de vestir de una de las heridos.
Por lo pronto, se quedan atrás las víctimas de los sucesos en el Estado de México o en cualquier otro estado. Pero eso no sería lo más grave, los que se van quedando en el olvido son los verdaderos responsables de estos homicidios, y detrás de ellos todos aquellos encargados de procurar justicia, los mismos que cuando le llegan de cerca los señalamientos solamente los cambian de puesto o se les quita del escaparate.
Pero no tenemos que extender la mirada a otras latitudes, basta conocer lo que ha sucedido en Tijuana donde aún los acontecimientos son tan recientes que no se puede abordar el tema con la suficiente objetividad, baste señalar que la sobrepoblación de los centros penitenciarios y el caos producido por la aglomeración indistinta de prisioneros en diferentes etapas de sus procesos correspondientes provocan que el asunto de unos se convierta en problema de todos y el estallido abarque a los familiares desesperados por la suerte de los suyos, recluidos y por el momento atrapados en un conflicto de grandes dimensiones.
Cuando los marcos institucionales se miran rebasado o destruidos por los conflictos no queda más que reconocer la necesidad de acudir a otras instancias para manejar las soluciones que aunque calificadas de urgentes siempre llegarán tarde. Y es ahí cuando la sociedad se vuelve herida en busca de las respuestas, pero además de lastimada también reacciona violentada, y con razón.
Mientras el responsable de los sucesos en Michoacán aguardaba el último viva México el país entero sigue esperando que alguien declare formalmente que el crimen organizado o no, es el extraño enemigo y reconozca que hace tiempo profana con su planta el suelo de nuestros barrios, colonias y ciudades. El territorio de nuestra seguridad se mira invadido por un estado zozobra e inquietud permanente y como ciudadanos solamente esperamos que se respete nuestro derecho a un pedazo de tranquilidad y paz.


…frente a la tarde de salitre y piedraarmada de navajas invisiblesuna roja escritura indescifrableescribes en mi piel y esas heridascomo un traje de llamas me recubren,ardo sin consumirme, busco el aguay en tus ojos no hay agua, son de piedra…(Paz. Octavio. Piedra de Sol)

Unos más iguales que otros

Bajo Palabra
Hadassa Ceniceros

Unos más iguales que otros
Los acontecimientos trágicos en el país, concretamente en el estado de Guerrero van dejando huellas de abatimiento generalizado expresado de diversas maneras. Las movilizaciones en forma de marchas, veladas, plantones, paros o  huelgas tienen distintas respuestas según grados de información y decisión de participación de los ciudadanos.
Habrá quienes no encuentran  maneras más efectivas de participación o de manifestar descontento y hartazgo. Las redes sociales abren posibilidades al menos de marcar con un “like”, comentar en algunas líneas a los amigos o compartir información pero es claro que no es a partir de esto que se vayan a operar cambios significativo en el estado de las cosas en el país.
Los tres partidos más grandes se han cuidado de pronunciarse en busca de respuestas al caso de secuestro y posible homicidio de los estudiantes de Ayotzinapa y tampoco hay expresiones formales en busca de transparencia a los presuntos actos de tráfico de influencias o actos de corrupción de los más altos representantes del gobierno  mexicano.
El marco ideológico que debiera distinguir a estas tres opciones políticas está ausente y pareciera que solamente el silencio  los identifica.
Difícil es distinguir las posturas entre quienes debieran ser exponentes de distintas formas de entender el poder, el gobierno y la sociedad y difícil será considerarlos diferentes a la hora de otorgarles nuestro voto.
No alcanzo a pensar en qué estará pensando el ciudadano para el 2015 cuando una parte del Congreso sea renovada, quizá dependerá de nuevo de la oferta inmediata que los encargados de la publicidad –que no propaganda política- y el mercado hagan a través de regalos, espectáculos artísticos, selfies y refrigerios.

Quisiera pensar que habrá en alguna parte propuestas con contenido y sentido social que promuevan a un plazo razonable un camino de justicia y valores dignos de una sociedad a estas alturas de la Historia.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Todo pasa… hasta la ciruela pasa

En la carretera Ensenada-Tijuana en las inmediaciones de El Sauzal abrió sus puertas un moderno supermercado. Desde el anuncio de la construcción de esta empresa hasta el día de su inauguración hubo una onda de gusto por llegar al momento de merecer como comunidad la atención de alguna de las grandes cadenas de supermercados de la región para abrir una sucursal en nuestro vecindario.

Pasaron varias generaciones desde los expendios de carnes del barrio de Manchuria pasando por las tiendas de chinos hasta llegar a abarrotes más o menos surtidos para cumplir con las necesidades de abasto familiar. Cómo olvidar a Don Vicente Aguilar.

Primero se contrataron trabajadores para los diferentes departamentos, antes debieron haber contratado albañiles para la readaptación de las naves de una maquiladora que funcionó en esos locales.

Fueron semanas de mucha actividad y despertaban las suposiciones y pronósticos de todos cuantos pasan por la carretera rumbo a Ensenada: que si va a ser muy grande, que si estará abierto las 24 horas. Llegaban los camiones con material para construcción e imaginábamos las muchas adecuaciones que requerirían los locales designados para el mercado.

De pronto, un martes sin ser día de pago (obviamente ni fin de semana), a las 12 del día anunciaron con altavoces en carros que abría sus puertas el nuevo supermercado con grandes ofertas y regalos de inauguración. Me pareció interesante y oportuno dar una vuelta.

El panorama era pintoresco: grupos de mujeres caminaban hacia el mercado como lo hacen en las procesiones religiosas, el flujo de transeúntes no cesaba. Una vez en el lugar me acerqué al estacionamiento bajo techo que abrieron a un lado del comercio; un hombre me dio la bienvenida, me indicó dónde me estacionara para descubrir que el lugar estaba ya ocupado, lleno de palabras solícitas me trajo dando vueltas hasta que decidí estacionarme donde me pareció prudente y solamente agradecí la buena intención del hombre con gafete del mercado.

Una vez ahí me encontré con una multitud de clientes: parecía la graduación de la primaria, la secundaria y algún baile de cómputo de hace cincuenta años, todo junto. Las cajas tenían filas que llegaban hasta la pared del fondo ocupando todos los pasillos, todos reían, comentaban y comparaban sus carritos llenos de mercancía.

Encontré personas que no había vuelto a ver desde que salí de la primaria y la mayoría de ellos tampoco me reconocieron. Los carros rebosaban de carteras de huevos, pasteles, sopas instantáneas, salchichas, artículos de limpieza. Caminé con mi esposo por la orilla rumbo a las verduras, luego busqué pollo, seguimos por la periferia hasta encontrar un artículo de tocador. La panadería dejaba escapar el perfume oloroso y noble del pan recién horneado, con ese aroma decidimos salir por la caja rápida, que estaba vacía porque todo mundo llevaba más de diez artículos. Era una fiesta de consumo que el pan caliente envolvía con algo de bondad y de viejo vecindario.

Un joven salió de la carnicería con uniforme y cubreboca, de pronto miró a un conocido y saludó:

- ¡Qué pasó, marrano!
- ¡Qué onda, apestoso!

Y se dieron un abrazo cordial.

Así es El Sauzal.

hada.ceniceros@gmail.com

miércoles, 13 de abril de 2011

Víctimas domésticas


Una vez más, como resultado de la denuncia anónima de una persona que logró escapar, se “descubre” un grupo de fosas en donde se encuentran los restos de más de setenta cadáveres.

San Fernando, poblado de Tamaulipas es el mismo sitio donde ya habían sido hallados los cuerpos acribillados de otro número semejante de viajeros rumbo al norte del país.

Las estadísticas fallan porque así como dicen que un rayo no cae en el mismo lugar dos veces, podría haberse pensado que una situación semejante, no sucedería de nuevo en el mismo lugar, Pero no ha sido así.

Después de haber tenido que afrontar los reclamos de países centroamericanos por el pasado evento, ahora parecería que la forma de resolver el asunto es declarar a toda prisa que los cuerpos que han ido apareciendo han sido “sólo de mexicanos”, como si esta afirmación neutralizara y descargara la responsabilidad que existe ante cualquier hecho violento. El temas es que la credibilidad mexicana ante propios y extraños sobre todo de nuestros vecinos del sur es tan escasa que una vez conocida la noticia de estos macabros hallazgos han acudido a reconocer a los fallecidos porque es indudable que ese es el paso de quienes van de sur a norte. De manera reciente se sabe cuando menos de un ciudadano norteamericano que viajaba en esos camiones secuestrados donde asaltaron a los ahora muertos, y el caso se verá más complicado porque queda claro que no es lo mismo contestarle a “María Pérez” en español que a Janet Napolitano en inglés.

Escribo y la información sigue surgiendo, a tres días de la primer anota ya van 120 muertos.

A veces pareciera que estamos (la población civil) atrapados a la mitad de dos extremos de una línea en llamas y que lo siguiente es la unión de esos dos puntos donde inevitablemente habrá una explosión.

Por una parte exigimos a la autoridad llevar a cabo acciones verdaderamente inteligentes para este combate pero por otro no sabemos a quien clamar por moderación, respeto o cautela ya que la ausencia de valores es la marca característica de los delincuentes. No estamos ante un mando único como en los tiempos de la prohibición del alcohol en Estados Unidos. El crimen organizado no es uno, son grupos poderosos con tal estructura que los que caen muertos o detenidos son sustituidos de manera inmediata para no detener el flujo de sus negocios. No tenemos alternativas, la desesperación y el dolor ante la violencia en que estamos inmersos no dan suficiente para ofrecer opciones. Inteligencia, valoración de posibilidades, protección a la población, candados anticorrupción, entrenamiento especializado a quienes los persiguen y campañas más agresivas contra las adicciones, habrá que exhibir las consecuencias atroces a la salud, la familia y el patrimonio que causa estar preso de las drogas. Educación, oportunidades, empleo, seguridad social. ¿Quién escucha? ¿Quién contesta?


(La poesía guarda silencio)

sábado, 1 de enero de 2011

Sobrevivimos

Se desprende sin nostalgia la última hoja del calendario. Aún es pronto para sentir la pérdida del tiempo inmediato. Un año resulta corto cuando nos encontramos de nuevo con el mismo mes, igual fecha en otro día, aunque en ocasiones la pastosa repetición de días y horas sin cambios notables en nuestro mundo personal pareciera hacer eternas las esperas e inútil la esperanza.
El sobresalto y la sorpresa han llegado a instalarse de manera permanente en nuestra conciencia, en nuestra noción de la realidad. Los cadáveres apilados con nombres o sin ellos, ocupan espacios de la memoria en el cortísimo lapso de un año. Muertes individuales elevadas a nota de escándaloVIP, junto a las muertes colectivas donde solamente el número es el que se recuerda. La ocupación de los muertos tiene otra nota de distinción: estudiantes, miembros de bandas, drogadictos. Funcionarios públicos por rango: presidentes municipales, diputados locales o federales, candidatos, ex gobernadores. La nacionalidad, la raza, todo rasgo distintivo se pierde en el plural: mujeres, indígenas, inmigrantes, civiles sicarios - de una organización o de otra.
Frente a todo esto sorprende de verdad, la tenacidad de una madre, la perseverancia de un familiar o el seguimiento anónimo de un buen investigador para descubrir pistas, datos, huellas hasta obtener resultados.
Causa admiración el trabajo constante y lejano de profesores con sueldos reducidos por la inflación, repartidos entre muchos en la familia y obligados a rendir con la administración de una buena madre.
Y nos enternece la dedicación de personas al cuidado de ancianos o la rehabilitación ejemplar de varios para seguir en tareas de cuidado y rescate a quienes son víctimas de las adicciones.
Alienta la inocencia de los niños que poco a poco descubren conocimientos de la Historia de México o de Español, se confrontan con la competencia de compañeros, se enamoran de su profesora y llegan como a una revelación al conocer que “pensar” es “hablar bajito con uno mismo” y que la rima “hace que las palabras suenen como canciones”
Alcanza uno así a la conclusión de que llega un día en que la risa del esposo o el amigo, el saludo de la vecina o una taza de café con pan dulce puede hacer que se viva algo parecido a la felicidad.
“El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia.”
(Kundera, Milan)

sábado, 25 de diciembre de 2010

El invierno que viene

El año se desliza suavemente hacia la recta final.
El clima, anteriormente marcaba los ciclos de cada estación con impecable certeza, ahora cualquier día tiene las más inesperadas manifestaciones de temperatura, humedad o viento.
Nada parece ser garantía ya. El calor seco de esta semana han hecho que regrese a buscar en el armario las sandalias ya guardadas y olvide los calcetines y zapatos cerrados.
Es otoño, aunque en la ciudad no tenemos grandes zonas arboladas, las plantas que tenemos en una maceta o jardín dejan ver el juego de los colores en sus hojas, ya naranjas, ya doradas o cafés, luego las vemos caer para dar paso a la fisonomía de la vegetación en invierno.
La noche se adelanta y las tardes apenas se dibujan después de medio día, y uno se acomoda tranquilo al llegar el nuevo horario.
Hoy todo es novedad y anticipo del mes que pondrá final al calendario.
Los proyectos para fin de año con los recursos agregados de aguinaldos o bonos navideños no caben en la mente por lo que se dispone uno a ordenarlos en una lista: mejoras a la casa, reparaciones al auto, la compra de algún mueble, por fin el viaje aplazado a la tierra de los padres o abuelos. Todo es posible mientras el ingreso no se concrete: la cirugía programada para estas fechas, los frenos para los dientes del hijo preadolescente.
Algunos planes son más modestos, lo que se recibirá apenas será suficiente para una cena especial, un suéter para la abuela y zapatos para el padre de familia. Otros más no alcanzarán este beneficio, serán en todo caso invitados por alguna iglesia o institución de las que hacen labor social por el barrio y otro grupo de personas no notará diferencia entre un día u otro.
Las diferentes formas de vivir los días no serán distintas en un mes o en otro para muchos que viven olvidados de familiares o amigos. Ancianos o enfermos incurables de todos los sectores viven la marginación que les condena a estar en aislamiento permanente. Con escasa o nula cultura para integrar al débil o al adulto mayor a la vida regular de la familia, se convierten en pesada tarea y gravoso lastre.
El ambiente creado para alentar el gasto y el consumo llena los espacios de música y mensajes traducidos de otro idioma para llenar la mente de que los tiempos son de paz, convivencia y amor. La nostalgia entonces toma su lugar en el recuerdo de los olvidados de todos los días y entonces en mágico acto de selección la memoria se transporta en instantes a tiempos deseados o deseables, otra vida, otra realidad, otra edad.
A veces solamente un aroma es suficiente para hacer explotar en luces y colores tiempos de tranquilidad y de plenitud.
Como sea, el viento, el frío y el sol de otoño anticipan días nuevos sin calificativos.
Quiero pensarlos mejores, saludables, productivos. En fin, buenos.

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedospulsas el mundo,
le arrancasauroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.
(Salinas, Pedro. Tú vives siempre en tus actos)

De ausencias

Este año, de manera sobresaliente, nos ha tocado con la muerte de personajes significativos de la vida cultural nacional e internacional. De forma más cercana otras experiencias semejantes se han presentado en el ámbito privado.
Por otra parte, sorprendida en las rutinas suaves de mis días me llegan mensajes de personas que han quedado lejanas en el tiempo y la distancia geográfica a décadas de mi. Los medios electrónicos permiten tal evento. Ahora basta escribir el nombre de alguien en un buscador para que surjan varias posibilidades de encontrarlo, ya sea porque realice alguna actividad pública en su comunidad, desde ser funcionario hasta por haber asistido a una fiesta donde estuvo la prensa.
De esta manera y con el agregado de las llamadas redes sociales, me he topado con nombres de la época de estudiante de bachillerato en Guadalajara o de Universidad en el Distrito Federal.
Los más remotos tenían un entorno y referentes tan distintos que al establecer hoy algún acercamiento no existe ningún punto de afinidad. En algunos casos después del primer contacto que invariablemente va acompañado de expresiones de gusto, sorpresa y muchas interrogantes, le sigue una solicitud de llamada telefónica, cuando ésta se da no hay mucho qué contar ya sea porque es tanto y el tiempo en larga distancia apremia o porque se decide escuchar nada más. Recuerda uno entonces en la voz que le llega lejana con un acento distinto un recuerdo añejo de un adolescente diluido a contraluz de los años pasados desde entonces. La figura bien proporcionada de mi compañera de grupo se dibuja en la memoria en un vestido blanco anudado en los hombros que le merecían piropos y cumplidos de los compañeros de aquella generación 64-66 en la Preparatoria Uno de Jalisco en la Universidad de Guadalajara.
Recuerdo de pronto haber corrido los cuatrocientos metros para una selección de atletismo y así con vestido y zapatos duros me detuve a casi el final de la carrera para preguntarme a dónde iba. No le encontré sentido a aquel esfuerzo y algún grito insensato de los alumnos de otros grupos, ante la reducida y muy observada participación femenina, hizo que decidiera no volver a correr.
Corre el viento que trae esos recuerdos y salen con prisa por la ventana. Mi amiga de entonces es ya una profesional retirada, tuvo muchos hijos y hace tiempo lucha contra un cáncer de mama. La escucho triste y nostálgica, me pregunta por personas a las que tampoco he vuelto a ver y me parece complicado ponerla en contexto para contarle algo interesante. Le digo que la recuerdo bonita y alegre, pregunto por sus hermanos y nada más.
Me quedo pensando qué rescato de aquellos años, son varios recuerdos, la ciudad de Guadalajara me deslumbró con su verdor, sus mercados y el aroma de las rosas. La escuela, aunque importante, ocupaba un sitio reducido en mi vida. Ahí tuve mi primer empleo. La emoción de recibir el primer salario no tiene comparación. No sabía qué hacer con tanto dinero.
Después de hacer los pagos básicos a la pensión donde vivía todavía tuve para un perfume Je reviens de Worth, de un aroma que aún disfruto. Aprendí a guisar la cocina de aquella región, inicié una familia. Crecí y conocí los variados matices de la condición humana.
Cada época tiene su tiempo y su lugar. La nostalgia solamente me ayuda a recordar en la escritura pasajes y episodios de cualquier momento pasado, pero no viajo en búsqueda de nada olvidado en el camino.
En el recorrido la maleta se aligera. Cada vez son menos cosas las que me parecen necesarias. Los amigos afortunadamente son un recurso que se multiplica y florece ahí donde sea que haya una expresión personal de vida. Nunca he vivido en tierra árida.
El pasado como carga también se deshace. Queda solamente aquello que anima, que causa risa y la nostalgia entonces se convierte en una añoranza por nosotros mismos, aquellos que hacíamos drama de nada y que empeñábamos nuestros esfuerzos en proyectos sencillos. Los amores para toda la vida de los dieciséis años, el secreto de un amigo que ya todos conocían o el dolor de cabeza por no poder pagar a tiempo la renta.
Hoy recuerdo el olor a tierra después de la lluvia, el aroma a pan recién horneado de la panadería de la esquina, los puestos de flores en el Mercado Corona o el sabor a champurrado y tamales por la tarde en el Mercado de San Juan de Dios.
Recuerdo también a Sarita y su mamá fallecidas ambas, quienes nos llevaron de la mano a mi madre y a mí, a conocer barrios, iglesias y personas en aquella ciudad.
Hoy me acuerdo de mi amiga la del mensaje y la llamada, y me acuerdo igualmente de mí en aquella edad donde empecé a probar la vida como siempre he hecho todo, a pequeños, pero deliciosos sorbos.

…Aferrarse a las cosas detenidases ausentarse un poco de la vida.La vida que es tan corta al parecercuando se han hecho cosas sin querer...
(Milanés, Pablo. El tiempo, el implacable, el que pasó)

¿De dónde viene el poema?

Frecuentemente se pregunta a escritores, poetas, pintores, compositores, artistas en general cuál es la fuente de la inspiración para determinada obra.
Si bien existen detonadores del impulso creativo es la determinación específica para realizar un trabajo lo que conforma el hecho artístico.
Vivimos expuestos a un mundo lleno de experiencias, motivos, razones y hasta excusas por las cuales optar al momento de iniciar los primeros esbozos de una obra. En la conjunción de estímulos externos, ya sean sensoriales o meramente emotivos, con los recursos técnicos, académicos o empíricos se produce la idea que inicia un proceso creativo.
Las percepciones de realidades concretas o abstractas toman forma con la materia prima de nuestro dominio, en este caso con el lenguaje, con la palabra.
Un atardecer, por ejemplo, puede motivar la razón de una fotografía o una pintura, otro piensa en el ocaso, en el fin del día, en la despedida del sol o el adiós.
La muerte la ve alguien en colores negros y grises, otro la describe como despedida o separación, alguien más la mira como descanso y habrá quien la mire como nada como final. Otro escribirá una marcha fúnebre.
El impulso o punto de partida pasa por el tamiz de la sensibilidad, la inteligencia y hasta entonces surge como algo concreto.
El arte pasa por la subjetividad de autor, no podría entenderse de otra manera pero no deja de ser el resultado de una idea respecto de una cosa. Es el resultado el que variará.
Las respuestas pues son diversas e innumerables.
El poema viene de todas partes, allá donde una indígena comparte su bocado con el hijo de brazos, donde los colores de las flores formen un tapiz de aroma y suavidad, donde dos se fundan en un abrazo, desde el camino por el que corren los que sueñan con pasar a un mundo mejor arriesgando la vida, y ahí donde un viejo agoniza con sus manos sostenidas entre las de un hijo.
Miro la luz de la tarde a través de la copa de vino y la luz refractada se convierte en fiesta, en promesa, música y en besos. El pintor mira el color rojo transparente e imagina los tonos que usará para descifrarlo. El fotógrafo buscará la manera de atrapar la luz, yo escribo.

Mientras consumo el vino de una copa
deshaciendo las horas de una tarde
vivo
pendiente
del sueño de anoche
hilvanando momentos
con la aguja del tiempo…
(Ceniceros Hadassa. Mientras consumo el vino..)

jueves, 11 de marzo de 2010

Hace frío, la mañana parece adelantarse antes de haber alcanzado el descanso esperado. Suena el despertador, aunque la melodía es agradable en medio de la penumbra, el frío y un sueño que parece ser el mejor en años, me obligo a despertar.
De memoria cumplo con el ritual: dejar la pijama, entrar en los pantalones, ponerme el suéter encima de la camiseta calientita y caminar a tientas hacia el baño.
Después trato de acomodar las ideas que danzan en mi cabeza desde la noche anterior, hoy empiezo un pequeño taller de redacción y expresión oral. Una ocurrencia entre amigos debido a mi disposición de andar dando consejos sobre el tema. He leído apuntes, buscado lecturas y recordado datos pero me intimida la idea de exponerme ante otros para pretender orientarlos hacia la mejor manera de escribir un recado, una carta o un reclamo.
En fin, leo tanto todos los días, tengo adicción a las noticias y las columnas de opinión politicas pero igual salto de un lugar a otro buscando un poema o una canción que se relacione, al menos en mi percepción con alguna de las tantas realidades que visito a través de la red.
No sé por dónde empezaré mi plática esta tarde...

viernes, 11 de diciembre de 2009

Invierno

Me llega por las tardes de diciembre con la noche adelantada de este tiempo, un frío nuevo. Trato de recordar cuándo fue que empecé a sentir tan intenso cada cambio de estación. Hubo un tiempo en que mi cuerpo distinguía con entusiasmo cada uno de los meses del año, acompañaba aquella sensación con la amistad, el encuentro con los compañeros de escuela, cambios de ciudad, vacaciones. Después las rutinas de los primeros empleos fueron de la mano de la formación de una familia. Los días así representaron esperas, sorpresas, primer diente, primeros pasos, nuevas palabras.
El clima entonces era decretado por la potestad que me otorgaba la maternidad, el abrigo y el gorro se llevaban cuando yo sentía frío y pasado el tiempo, les despojaba de suéteres estorbosos si consideraba que hacía calor.
El bienestar de los padres giraba alrededor del de los hijos y el tiempo lo marcaba la seña en el marco de la puerta, la argumentación elaborada a la hora de opinar con los niños o la demanda de “privacidad” del hijo mayor a la hora del baño.
El frío o el calor no eran temas aún, ni siquiera para hacer fila a la hora de pagar las tortillas. Las prendas para una u otra temporada circulaban, sin tener mucha conciencia de los cambios, en el orden del armario.
Cuando niña, vivíamos en Tijuana por el rumbo de la Mesa, en aquel tiempo era un lugar poco poblado en donde se encontraban siembras de maíz, había que caminar un buen tramo desde la parada del transporte hasta el conjunto de casas que se ubicaban pasando un puente sobre un canal de agua, llegaron las fechas navideñas y todos los hermanos recibimos abrigos como regalo. Tenía cuatro o cinco años, no tengo recuerdo del frío o la lluvia pero sí tengo presente un abrigo verde pino con un prendedor muy pequeño color mostaza y un cascabel que sonaba cuando caminaba.
Muchas lluvias me bañaron durante los años de estudiante en Guadalajara, ni siquiera recuerdo un mal rato debido a eso.
Hubo un invierno diferente cuando viajamos a Europa en mayo de 1981, el grupo de viajeros procedentes de México nos informamos del estado del tiempo con anticipación pero nunca imaginamos que las temperaturas en Inglaterra estarían entre los 2º y 4º grados centígrados, así es que nos apresuramos a comprar prendas apropiadas para el frío, los aparadores de las tiendas estaban decoradas con ropa ligera y en los parques nos cruzábamos con corredores en pantalones cortos ¡era primavera! Entendí entonces que el cuerpo se acostumbra a las temperaturas del ambiente en el que se desenvuelve y que era una de tantas cosas sujetas a la relatividad. El único abrigo que encontré apropiado para mi talla que entonces era muy pequeña (la talla) fue un saco largo de lana morado que con unos zapatos deportivos azules fueron mi atuendo durante todo mi viaje. En esta experiencia sí recuerdo el viento helado que picaba en la cara como agujas.
Así que desde el abrigo verde al morado pasaron muchos inviernos sin memoria. Ahora tengo atuendos abrigadores desde hace años, con la edad conserva uno mucho más tiempo su ropa, duran más pero los uso menos, prefiero no salir.
Últimamente los resfriados se presentan en estos meses y a pesar de las precauciones llegan a vulnerar el estado de salud.
Tengo en general buena memoria pero no recuerdo que se me entumecieran las manos por las mañanas, tampoco recuerdo que no me importara ponerme un gorro de lana de cualquier color con tal de estar calientita.
Las estaciones del año marcan ahora tiempos distintos y los meses fríos parecieran ir de la mano de días nublados por la austeridad obligada debido a la maltrecha economía familiar.
Los aguinaldos ya están destinados, el pavo se convertirá en pollo para muchos y
una gran mayoría agradecería una cobija extra.
Un presidente en guerra recibe el premio Nobel de la Paz una escritora que ha relatado los horrores de otra guerra lo recibe por sus méritos literarios, por acá llega al Banco de México el hombre de más peso en el gabinete a gobernarlo, y quien era encargado de luchar contra la pobreza pasa ahora a cobrar impuestos.
Sin un gramo extra de escándalo, ni empeño en la nota roja el país se cubre de sangre cada día.
Estamos en guerra contra la inseguridad, la pobreza, la corrupción, la ignorancia, la enfermedad, la impunidad. A veces sabemos con claridad quien es el enemigo otras no tanto, pero lo peor, no parece que vayamos ganando.
El viento de ésta semana derribó un gran eucalipto que cayó sobre la barda de mi casa, quedó con las raíces expuestas, la banqueta se quebró y ahora cortado para ser retirado se ha convertido en una pila de ramas olorosas que el aire desparrama con desorden.
Lo siento en los huesos, aspiro en el ambiente y duele en los ojos, es invierno.

Entrecruzados caen,
se aglomeran
y un segundo después se han dispersado.
Caen y dejan caer a la caída.
Inmateriales
astros
intangibles;
infinitos,
planetas en desplome.
(Pacheco, José Emilio. Copos de nieve sobre Wivenhoe)

domingo, 11 de octubre de 2009

Nostalgias privadas


Los momentos de mayor vulnerabilidad o fragilidad en el hombre o la mujer los remite irremediablemente a evocaciones de variadas y múltiples características.
Cuando la salud se quiebra y se queda la persona atrapada en una cama de hospital le llegan en tropel a plazos diferentes, muchos recuerdos y remembranzas en trozos que solamente los misterios de la mente pueden discernir.
Lo interesante es que es en estos relámpagos de la memoria queda de manifiesto los temas relevantes en vidas que quizá en el desempeño cotidiano tuvieron otras ocupaciones y expresiones. Una maestra conocida, por ejemplo, dedicó la mayor parte de su vida a la docencia y a las actividades magisteriales, sin embargo en sus últimos días ella hablaba de recetas de cocina y de tiempos cuando acudía a los bailes con las primas y amigas. Mi padre que trabajó en empresas avícolas casi la mitad de su vida, al final solamente hablaba de sus tiempos de estudiante en un seminario bautista en los finales de la segunda década de su vida. Recordaba con detalle nombres, fisonomías y los lugares de procedencia de compañeros a los que nunca volvió a ver, una vez concluidos sus estudios.
Llego al descubrimiento de que cada uno fabrica sus nostalgias y los elementos que las compongan dependerán de una selección misteriosa de la mente y sus afectos.
Un amigo me envía un power point con el tema de Mafalda, el personaje de Quino, que cumplió ya hace tiempo cuarenta años y que agregados a la edad que los personajes tenían los ubica en los cincuenta y tantos años de edad. En imágenes acompañadas por el texto que supuestamente envía uno de ellos a Mafalda hace un recorrido por el destino que tuvo cada uno de ellos de acuerdo la personalidad que se les daba en sus historietas.
Pero la verdad es que la vida real carece de esa relación lógica entre el perfil de un niño a los diez o doce años y la consecuencia natural en el desarrollo de él como adulto.
No siempre el mejor dotado para el deporte se dedicó a practicarlo hasta lograr hacer de ello su profesión, ni quien resultaba electo como presidente del grupo o como jefe de los equipos para algún proyecto escolar, hizo carrera política.
Algunos sí, manifestaban orientaciones e inclinaciones hacia áreas del conocimiento o una determinada actividad y era, quizá, la expresión de un entorno familiar que propició el desarrollo de sus cualidades y deseos; o llevaba en él (o ella) el carácter perseverante que lo mantuvo en el mismo camino para el que mostró vocación desde su niñez.
Cada uno de nosotros llegará a un punto en donde, por razones naturales, se verá con mucho tiempo para pensar y quizá con mucho espacio de soledad, algunos quizá tengan que vivir algún tiempo confinados a una cama o a una silla de ruedas.
Esto es una posibilidad tan real como que se nos caerán los dientes o nuestra vista se debilitará.
No imagino sobre qué temas girará mi pensamiento. Por lo pronto me duelen los sueños que tenía hace casi cuarenta años y que se fueron difuminando al pasar el tiempo. Si bien es cierto que dieron lugar a nuevas expresiones de esperanza y alegría lo cierto es que de repente cuando escucho alguna canción o veo en los muy jóvenes expresiones que alguna ocasión compartí, algo así como una punzada en el recuerdo y en la conciencia me remite a quien dejó un poco del entusiasmo que le acompañan a uno a los veinte y tantos.
Creo que si la vida me da tiempo voy a llorar con Víctor Jara, Neruda, y el Son de la Loma, y dejaré a mis hijos la receta de las albóndigas y la cola de res con acelgas, al igual que narraré una vez más una escena de Casablanca y repetiré que a mí me gustaba Víctor Lazslo y no Rick interpretado por Bogart y no soportaré a los Everly Brothers sin ponerme a llorar sin freno. Justo igual como mi padre me entregó en un sobre una foto con sus compañeros el día de su graduación y mi amiga me dijo paso por paso cómo hacer la ensalada navideña.
Pero sobre todo sé de verdad, que llegado el momento de rendirme y de sufrir las limitaciones de mi cuerpo, evocaré las cosas más extrañas y aparentemente absurdas. Porque con todo y que ya tenga mi maleta de nostalgias personales a la mera hora, alguien más auténtico aún, dentro de mí, tendrá otras añoranzas y me enseñará que la vida es mucho, pero mucho más sencilla.

…Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza…
(Aute, Luis Eduardo. La Belleza

Revisitaciones

Revisitaciones
A diez años de la muerte
de Jaime Sabines

Cuando los hijos eran pequeños y llegaban de la escuela con la alegría y el asombro de sus nuevos conocimientos entendí que la vida se renovaba en la mente de cada persona a medida que iba descubriendo sus verdades. Escuchar decir a los niños de seis años que la tierra parecía plana pero que no era y que por eso Cristóbal Colón había hecho un viaje hasta América era una experiencia conmovedora y emocionante.
Tiempo después, muchos años más tarde, me encontré en una clase de Filosofía por allá por el quinto semestre de mi carrera y me di cuenta con un asombro semejante al de mis hijos, que podía aprender conceptos nuevos y que ello me remitiría a otros mundos si en mí estaba el incursionar por ellos.
Así fue que descubrí poco a poco a algunos escritores, no solamente desde el punto de vista académico ni como una asignatura obligada de mi lista de materias semestrales, sino de una manera más personal, casi íntima. Al calor de conversaciones salpicadas con citas y referencias poéticas, en tiempos cuando la erudición de los recién llegados florecía, cualquiera que fuese el tema.
Yo no le sé de cierto, lo supongo… solían ser expresiones con las que uno coronaba alguna frase en alusión indudable a Sabines.
Y fue así poco a poco que la lectura de la poesía del chiapaneco fue cobrando una importancia para convertirlo en un “imprescindible”, hasta el día de hoy.
De pronto leer al azar cualquier verso y verse atrapado en una lectura ávida eran y son casi lo mismo.
La voz cotidiana, sin falsas entonaciones nos acerca al hombre de a pie, al que se para junto a nosotros entre muchos, en una esquina a esperar el cambio de luz para cruzar la calle, sumido en sus pensamientos en sus sueños, masticando también sus frustraciones igual que usted y yo.
Al leerlo nos proyectamos en un acto de complicidad porque le entendemos cuando la soledad lo lleva a mirar al cielo raso de su cuarto mientras escucha los ruidos de una ciudad que no da tregua y dice para si: Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo… uno es un tonto acostado, sin mujer, aburrido, pensando, solo pensando….
Jaime Sabines brinda al que se acerca palabras en las que se puede encontrar de diferentes maneras. Es como esos ventanales de las calles de la ciudad que reflejan a quienes pasan. Cada uno se mira de diferente manera: con prisa y sin detalles, de soslayo con cierta timidez, plenamente buscando ajustar la imagen proyectada al paso casual al ideal que se desea aunque sea por ese momento fugaz en que el reflejo del vidrio nos devuelve la idea que tenemos de nosotros mismos. Pero todos se encuentran. Nos encontramos.
…Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro…
(Sabines, Jaime. Te quiero porque tienes)
No todo está perdido

19 de septiembre de 1985

Eran apenas las 7:19 de la mañana. Mientras se terminaban los preparativos para enviar a una de las niñas a la escuela se sintió un movimiento muy fuerte en el edificio de cuatro pisos de los departamentos que habitábamos. Algo parecido al sacudimiento de un tapete, mientras uno seguía sobre él.
“¡Está temblando!” Solamente alcanzamos a abrazarnos y exclamar recomendaciones contradictorias: ¡Hay que salir a la calle, no, debajo del marco de la puerta! y mi hijo adolescente decía: ¡no salgas en bata mamá!
Para nosotros, residentes de la Colonia del Valle, no llegaron las cosas más allá.
Inmediatamente alcanzamos a comunicarnos por teléfono, primero a una compañera para acordar no ir a la primera clase porque el metro estaría, tal vez, interrumpido, y luego otra amiga habló desde la Colonia Ex Hipódromo de Peralvillo: ¡Acaba de caer un edificio de Tlatelolco! Fue un temblor muy fuerte, hay muchos daños.
Escéptica, como siempre he sido, diría más bien, cautelosa, tomé parcialmente la información ofrecida en esos primeros instantes.
La electricidad estaba cortada de manera que ni radio o televisión funcionaban.
Quedamos en casa a espera de que se reanudara la comunicación, para entonces los teléfonos tampoco estaban en servicio.
Se escuchaba a lo lejos el llanto de las sirenas, ambulancias o patrullas.
A media mañana salí. En el corto camino hacia el mercado miré grupos de personas alrededor de radios portátiles, me acerqué a uno de ellos y escuché la voz de Jacobo Zabludovsky que decía “sigo por la avenida Chapultepec y alcanzo a mirar el edificio de Televisa colapsado”. Seguí escuchando en otra estación alguien decía que el Multifamiliar Juárez estaba derrumbado también, regresé corriendo a la casa para pedirle a mi hijo fuera a la secundaria de las niñas y las recogiera.
Estuvimos durante el resto del día encerrados, sin comunicación y sin luz. En un silencio espeso que llenábamos a pausas con especulaciones razonables. Aquella era una experiencia desconocida y en una familia donde solamente yo era la adulta había que moderar el miedo.
Nada más supimos. En la noche escuchamos a lo lejos que gritaban para que se abriera la reja de la calle, al parecer el edificio estaba vacío, ni siquiera el portero quedaba, salimos a abrir a mi esposo que llegaba procedente de Mexicali, entró y nos miró a todos alrededor de unas velas y nos abrazó emocionado. No entendíamos por qué estaba tan alterado y conmovido al vernos bien. Nos contó entonces cómo se miraba la parte de la ciudad en su recorrido desde el aeropuerto y cómo había ya imágenes en televisión de lo terrible que había sido el sismo y parte de sus efectos.
Aquella noche, sin más información y con un sentido común absurdo, dormimos todos en la sala sobre la alfombra, junto a un enorme y pesado librero que –ahora que lo pienso– de haberse presentado con mayor impacto otro temblor hubiéramos quedado aplastados bajo el mueble, y todo el edificio, puesto que vivíamos en planta baja.
No fue hasta las seis de la mañana del 20 de septiembre cuando, ya restablecido el servicio eléctrico, empezamos a ver por televisión la magnitud del desastre. No hay palabras para describir todas las emociones frente aquellas imágenes: edificios habitacionales, oficinas, hospitales quedaron bajo escombros. Cuerpos atrapados dejando ver alguna parte, daban cuenta del drama en el que la ciudad se encontraba.
Muchas historias pequeñas y personales quedan insertas en el gran desastre, algunas asombrosas. En el mero Centro Histórico hubo una tienda de cristalería, al lado de edificios que se dañaron visiblemente, estuve ahí días después, y pregunté si todo lo que descansaba en anaqueles que cubrían la pared, estaba ahí el día del sismo: todo, me dijeron, nada se cayó, nada se quebró. Asombroso.
Siguieron días de silencio y encierro, no había nada qué hacer, ofrecimos ayuda pero realmente no estábamos en condiciones de colaborar, sin idea de cómo hacerlo, sin herramienta y sin conocer aún todo lo que traía consigo aquel tremendo evento.
Nos admiramos y lloramos con las historias heroicas de rescatistas, supimos de la capacidad de sobrevivencia de recién nacidos y de enfermos. Conocimos la solidaridad de amigos y vecinos de los miles de damnificados, vivimos la abnegación y entrega de médicos y cuerpos de rescate. En aquellos días las televisoras y los medios en general, tuvieron un papel importante, fueron moderados, impactados quizá por el peso de una realidad que literalmente nos había caído encima.
Hubo otras experiencias, algunos solamente tomaron sus efectos personales y salieron de la ciudad.
Otros salieron para nunca volver.
Los más, sobrevivimos.


¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

No será tan fácil, ya sé que pasa.
No será tan simple como pensaba.
Como abrir el pecho y sacar el alma, una cuchillada de amor.

Luna de los pobres, siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón…

(Páez, Fito. Yo vengo a ofrecer mi corazón)
Un mundo raro
(de la sección de añoralgias)

El sol de media tarde en el verano parece cobrar intensidad inusual. El camino sinuoso desde la carretera principal lleva una procesión de autos con el mismo destino.
Es día de fiesta, se celebra el cumpleaños del hijo del compadre del vecino del amigo. Qué más da, hay fiesta.
Fuimos invitados por alguien cercano a la familia y eso es suficiente, además cooperamos cantando y recordando las canciones que pocos recuerdan ya, y que los músicos entusiasmados inician sin saber después dónde terminar.
Llegan por grupos familiares y por zonas geográficas aledañas. Los nombres son en sí mismos característicos de regiones reconocidas por sus habitantes añejos.
Se acercan también quienes han hecho amistad con estos grupos de lugareños aún sin pertenecer a ninguna actividad productiva, social o cultural que los relacione, son solamente amigos.
Alguna ocasión quizá se habrá coincidido en otros sitios, en otras celebraciones, y de la algarabía que conlleva la canción y el vino se establecen acuerdos que se cumplen después en el siguiente encuentro.
Para la fiesta y la celebración nunca falta el conocido del amigo del señor que en una ocasión cantó “aquella canción” y entre “yo me encargo de avisarle” o “yo lo invito” se pactan compromisos para reencuentros en el futuro inmediato.
Ya una vez instalados en el festejo resulta que por ahí anda la sobrina de una prima que se fue al “otro lado” y que se quitó el nombre “porque así se acostumbra allá”, entonces se le llama y se presenta de nuevo al tío y su familia y empieza una ronda de recuerdos, salpicados de nombres, eventos y lugares y claro, los recuerdos de los viejos ya idos algunos, que se tienen en común y que refrendan el parentesco.
Resulta ahora, que los recién llegados o apenas conocidos desde la fiesta anterior son primos en algún grado de los hijos del festejado.
No falta el viejo solitario a quien una familia amiga ha llevado y a pesar de sus dificultades para moverse, queda sentado muy cerca de la música y de la fogata que al caer la tarde se enciende. Mantiene una sonrisa que pareciera tatuada sobre el rostro y en sus ojitos color ámbar se reflejan las llamas de los troncos que empiezan a arder dándole a su mirada un brillo travieso. Alguien lo llama para pedirle que les recuerde la primera parte de una canción que no atinan a iniciar: … “Cuando te hablen de amor y de ilusiones…” canta muy suave y los músicos con respeto le acompañan de la misma manera. Solamente es un instante, alguien le alcanza una guitarra y el hombre pulsa con familiaridad sus cuerdas y en sus dedos es imposible notar edad alguna, se acompaña con vitalidad y maestría hasta el final de la canción. Al terminar regresa el instrumento y dice “ya no puedo tocar igual, los dedos se lastiman, a esta edad ya nada es lo mismo”
La fiesta continúa, ya pasaron “Las mañanitas” y las fotos familiares, ya se ha ido a buscar vino más de dos veces desde que se inició la reunión. Los asiduos cantan a voz en cuello y gritan los títulos de sus canciones solicitando sus preferidas, algunas parejas se acercan entre sí un poco más y otros más se animan a pedir una melodía para bailar. Los jóvenes se alejan para hacer su fiesta aparte alrededor de música grabada y la hielera con cerveza.
El amigo que nos invitó ya no se encuentra (o no lo encontramos) y mientras buscamos al anfitrión para despedirnos me tropiezo con una señora mayor que es muy cercana a la familia pero que está perdida en la cocina y tiene hambre. Le digo que se siente en la mesa del comedor junto a muchos niños que alguien fue a dejar frente al gran televisor y le sirvo un plato caldo que no fue la comida servida a los demás, pero que está sobre la estufa y tiene buena vista.
Finalmente nos retiramos, sin despedirnos, caminamos entre las veredas oscuras rumbo al sitio donde estacionamos los autos, cantamos un trozo de la última canción cuyos acordes nos llegan a la distancia, “¡traigo un amor, y lo traigo tan adentrooooo!”
Descubrimos que estamos atrapados entre un árbol y un pick up con pacas de alfalfa. No sé quién puso el árbol ahí o movió mi auto, no estaba ahí cuando llegamos, creo.
Bueno, qué se le va a hacer, tendremos que regresar, alguien grita que quien quiera comer menudo ya está listo y varias mujeres empiezan a estirar unas aromáticas tortillas de harina sobre la plancha de un bote de lámina destinado como estufa y que sirve de comal. También hay café.
Al rato que alguien mueva los autos, nos vamos, mañana es domingo y pasado… también.
..Y si quieren saber de mi pasado,es preciso decir otra mentira,les diré que llegué de un mundo raro,que no sé del dolor, que triunfé en el amory que nunca he llorado…
(Jiménez, José Alfredo. Un mundo raro)
Tiempos de libertad
(de las Añoralgias)

Hay días en los cuales se levanta uno con la sensibilidad a flor de piel. Parecería que tiene también una línea directa entre percepciones singulares y la evocación inmediata de tiempos lejanos ya que se llevaron épocas más sencillas y días más luminosos.
La adolescencia tan llena de adjetivos, complicada y compleja en sí misma, tiene, por otra parte, la cualidad de haber sido el tiempo en que los adultos que somos, encontraron su origen.
Los años de secundaria trasladaron al niño con trazo firme hacia el hombre o la mujer del futuro apenas esbozado.
Llegamos en los años de 1961 con gran alborozo a conocer espacios nuevos de libertad y alguna autonomía. Grandes logros y emociones estrenadas: las clases se terminaban en una hora, los maestros por buenos o terribles que nos parecieran llegaban y se retiraban en un tiempo medido, los compañeros provenían de diferentes escuelas y nos encontrábamos muchos por primera vez en la misma aula. Había términos nuevos que sonaban muy bien:” receso, hora libre”. La conversación era el mejor deporte, hablábamos y conversábamos interminablemente. Difícil de imaginar pero teníamos que usar uniforme diariamente y eso era novedoso causándonos gusto y orgullo.
Encontramos que había asignaturas que nos resultaban interesantes, agradables y esperábamos ansiosos la hora en que apareciera el profesor Manuel Carballo o la maestra de inglés.
Él álgebra nos impresionó, utilizar letras en lugar de números y plantear todos los ejercicios con un “X” como incógnita, eran demasiadas abstracciones para quienes teníamos además el problema de una espinilla inoportuna en la barbilla que estropeaba el encanto escaso de nuestros rostros en crecimiento de aquellos años.
El subdirector de la Secundaria Migoni medía (según mi apreciación de entonces) como dos metros, hablaba fuerte y era el maestro de matemáticas de tercer año. Alguna vez durante el primer año me acerqué a su clase desde la puerta y todos aquellos signos que desplegaba en el pizarrón me dejaron sin aliento, era otro idioma y yo no lo aprendería nunca.
Los profesores se dirigían a uno llamándonos señorita o joven. Había algún maestro que les decía a los muchachos “mi amigo” y eso no era nada bueno.
Se aprendían modos de ser de otros y los amigos nuevos aprendían de uno.
Poco a poco se formaron los grupos naturales entre compañeros afines, los muchachos que practicaban algún deporte, los que iban al mismo taller, los grandes que fumaban y tenías novias, las chicas chaparritas sentadas en los dos primeros mesabancos, las que venían de las mismas escuelas y se conocían de tiempo, las grandes que se consideraban así porque eran altas o usaban maquillaje. Ahí llegué, primero porque llegué a la escuela ya iniciado el periodo escolar, segundo porque mi estatura me ubicaba entre ellas pero creo que lo que tuvo que ver más con mi integración a este grupo fue que me invitaron a sentarme junto a ellas en un lugar desocupado. La primera acción fue salir en grupo al baño donde me ofrecieron un lápiz labial que todas usaban se llamaba Café Expres y era de Max Factor. Desde entonces utilicé color en los labios y toda la vida he preferido los tonos parecidos a aquel color de mi adolescencia.
A la salida podía uno tomar un “pesero” (cuando los taxis de ruta cobraban efectivamente un peso) que circulaba por la calle primera y por la Juárez en un circuito que utilizábamos de ida o vuelta.
Lo mejor era caminar por la calle Primera hasta la calle Gastélum donde estaba la Terminal de autobuses para El Sauzal. El recorrido era sin prisas, platicado y acompañados de alumnos de otros grados. Caminé muchas veces junto a dos compañeras gemelas: Irma y Elena León. En ocasiones caminé junto A Graciela Padilla, una compañera a quien volví a ver en 1968 en la misma clínica donde nació mi primer hijo.
Los tiempos de libertad nos llevaban a gastar el dinero ahorrado del taxi en un refresco y una dona en una cafetería que era como una segunda escuela. Las Donas, que se ubicaba en la calle tercera. Ahí se acercaban los muchachos a compartir la conversación y el momento. Se tejían amistades y afectos y se esbozan ya con claridad los rasgos del carácter de muchos de nosotros. Se escuchaba la música de una rockola que funcionaba con monedas americanas.
Ahí miré a mis amigas “grandes” llorar con el corazón herido. Ahí también miré a chicos con caras de hombres declarar su amor a alguien que a veces sin piedad los rechazaba y también por vez primera mirábamos que chicos y chicas se tomaban de la mano o se acercaban en un beso.
Los Everly Brothers cantaban Fugitivo, Ray Coniff acompañaba con El Mar. Enrique Guzmán entonaba Payasito y César Costa copiaba todas las canciones que a veces preferíamos con Paul Anka.
Ya éramos grandes, decidíamos ir al cine por la tarde o reunirnos en la casa de alguna amiga y de ahí salir a caminar por la Ruiz a hacer algún encargo, pretexto suficiente para seguir con la conversación suspendida apenas horas antes.
Ya en casa, cada uno volvía a la realidad hogareña, a los conflictos familiares, a la escasez de recursos, a las tareas domésticas y quienes tenían una vida más holgada simplemente a recrear en sus mentes los sueños en un mundo que nos quisimos comer a grandes bocados. Bien por los que así lo hicieron.


…los besos se ofrecían e racimos
jugosos, abundantes,
teníamos veinte años y era mayo…
(Ceniceros, Hadassa)
Un día a la vez

Un viento triste lo recorre todo, cala los huesos, se escurre entre las grietas de los bolsillos y se asoma siniestro en los espejos.
La realidad no está aparte.
Mientras se escuchan discusiones “de fondo” sobre las fórmulas y pociones mágicas con las que se realizará el milagro convertir pobres en algo diferente, acá en lo privado de mi casa, abro un monedero y extiendo sobre la mesa el contenido: si compro un paquete de fideo, un tomate y tortillas…
En un rincón descansan el bastón y los zapatos del abuelo, ahora está en cama esperando paciente y callado que me acerque con algo de comida.
Entre reuniones en restaurantes exclusivos o en banquetes de lustre internacional, los que llevan las riendas del país discuten la importancia fundamental de elevar impuestos para que personas como yo y mi familia salgamos de esta condición.
La vecina ha venido temprano a decirme que su hijo se fue para la frontera con unos amigos que vinieron por él diciéndole que conocen a alguien que los puede pasar al otro lado. Ella tiene miedo pero no lo puede detener, el joven había estado muy desesperado desde que lo recortaron del taller donde trabajaba.
En el radio dijeron lo que se pretende obtener con el aumento del impuesto a alimentos y medicamentos, no alcanzo a entender la cantidad que dijeron. ¿Qué tendrá qué ver con nosotros? Trabajé muchos años en distintos empleos pero siempre fue con contrato y por tiempos cortos, así es que nunca tuve antigüedad, luego cuando me hice vieja, a los cuarenta, ya nadie me daba el mismo tipo de trabajo. Ahora menos, tengo que cuidar a mi suegro enfermo pues no tiene a nadie más.
Que dicen que el petróleo ahora es menos, ¿y eso qué tiene qué ver conmigo? Cuando hubo más, nosotros estábamos igual.
Lo bueno que todavía puedo trabajar en casas, aunque sea dos días por semana. Ahí miro la televisión mientras limpio, porque la señora tiene su tele encendida todo el tiempo, veo mensajes en los que dicen que necesitan de unidad y apoyo para acabar con la pobreza. ¿Acaso no son quienes hablan los encargados de decidir a quién ayudan con sus acuerdos?
Si cuando andan en campaña dicen que van a hacer esto o lo otro en caso de llegar a gobernar, ¿por qué cuando están allá, me siguen diciendo que necesitan algo más de mí si lo único que tenía de valor era mi credencial electoral, así me dijeron, y se las di para que anotaran el número y voté por el círculo de los colores que me enseñaron tantas veces?
Cuando regreso a mi casa en el microbús siento un silencio diferente entre los pasajeros. Nos sentamos donde siempre, casi todas las caras son conocidas, miramos hacia las calles a través de las ventanas, cada uno va sumido en sus pensamientos. La bolsa del mercado con la pequeña compra del día ha desaparecido, yo llevo algunos víveres que la señora me dio: verdura un poco vieja, un guisado que no comieron y una barra de pan que tenía tiempo en su refrigerador.
En el trayecto escucho a un señor que dice que no es una buena medida el aumentar impuestos en estos tiempos críticos, pongo atención, eso parece una buena opinión, es un señor que dicen tuvo un premio Nóbel de Economía en no sé que año. No entiendo que es eso, pero si sale en el radio debe ser importante.
Sigo escuchando, una señora indígena que estuvo tres años presa y condenada a 21 años de prisión por haber secuestrado a varios policías, ha sido puesta en libertad por falta de pruebas, pero dicen que no es inocente, no entiendo, solamente dicen que no pudieron hallarla culpable ¿entonces? Quiere decir que si alguien asalta este microbús y en el alboroto nos detienen a todos, alguien puede decir que yo participé y como no puedo demostrar que no ha sido así, ¿pueden detenerme por el tiempo que quieran? ¿Qué pasaría en mi casa si falto? ¿Cómo se enterarían si algo así me pasa? ¿Quién podría ayudarme?
¿Por qué estoy llorando? Solamente estoy imaginando cosas. Probablemente estoy cansada. Son las cinco, en la casa no hay comida y yo traigo en el estómago el café y el taco que como cuando salgo temprano de la casa.
Recuerdo del tiempo en que mi esposo asistió a aquellas reuniones contra el alcoholismo, antes de morir: hay que vivir un día a la vez, una vez lograda esa meta, nos enfrentaremos a la siguiente, otro días más.
Creo que nos hemos convertido en un país de Pobres Anónimos en necesidad de encontrar la fuerza para cambiar lo que podemos cambiar, aceptar lo que no podemos y atinarle a saber la diferencia.
Ahí la llevamos.

Al compadre Juan Miguel,no le pagan el jornal
y aunque no haiga de comer,
lo mesmo hay que trabajar.
Pobre compadre Miguel,
la vida que le ha toca’o.
Todo el día lo ha pasa’otrabajando y sin chistar,
por unos tragos de caña
el pobre compadre Juan.
Pobre compadre Miguel,
la vida que le ha toca’o…
(Yamandú Palacios-Oscar del Monte
Coplas del Compadre Juan Miguel)

martes, 2 de diciembre de 2008

Nostalgiando

Dicen que eso de la nostalgiada se me da bien. Es curioso, escribo de muchos temas, lo referente a la política es lo más frecuente, sin embargo los recorridos que de vez en cuando hago por la memoria llega invariablemente a alguna fibra sensible del lector. Éste es distinto y variado así es que cuando recibo comentarios favorables a los temas manejados porque los ubico en el pasado personal, llego a la conclusión de que a las personas les gusta recordar en los ojos y los recuerdos de otros.

Pienso que hay una parte de uno que espera verse reflejada con algo de permanencia en una memoria colectiva y se agradece que aparezca en blanco y negro en la palabra de alguien con voz más audible aún en espacios reducidos.

jueves, 27 de noviembre de 2008

De pasadita

Hace ya tiempo que la reflexión o el pensamiento íntimo me conduce irremediablemente a un estado doloroso de evocación y de nostalgia aún de lo no vivido.
El mundo se nos presenta día a día en versiones comprimidas de lo que alguna vez fueron días mejores. Las mañanas eran largas y el tiempo alcanzaba para hacer varias tareas ya fueran domésticas o referentes a nuestros empleos de diversa índole. Las tardes adquirían fisonomías diferentes mientras llevaba a cabo uno actividades complementarias al diario acontecer.
Poco a poco advierto que el día corre a una velocidad con la cual no logró ponerme al corriente. Si leo, escribo o realizo alguna actividad fuera de estas rutinas la mañana es absorbida por las horas de tal modo que llega el medio día en un ¡tris!
Pero en esas actividades cotidianas se van también los grandes temas. En un mundo que amenaza en caer en una fuerte depresión económica de cuyas consecuencias aún no tenemos idea solamente alcanzamos a escuchar declaraciones de optimismo infundado, según especialistas y cantos oficiales de éxito futuro.
La guerra, para la que nadie nos preparó, tiene lugar en cualquier calle, carretera o punto de la ciudad. Sin habernos advertido que seríamos sitiados, intimidados y sorprendidos por operativos, más ruidosos que eficientes, vivimos en medio de retenes y revisiones que con una mirada nos cataloga y asigna un lugar como “confiable” o “sospechoso”, después de habernos colocado en embotellamientos de los que desea uno salir huyendo a riesgo de quedar como indiciado.
Después de la última oleada de calor con la condición Santana llegaron finalmente los fríos conocidos en la región. El final del otoño bajacaliforniano llena de un viento helado las calles viejas de la ciudad. Los días se reducen a las hora de luz natural y aunque la actividad sigue en los comercios y oficinas, allá en las colonias, dentro de las viviendas familiares, la llegada de la noche nos invita a buscar tareas que brinden un poco de calor al hogar. Lejos quedaron los días en que los programas radiofónicos llenaban el espacio con música o radionovelas. Como cosa de la antigüedad recuerda alguien a los abuelos o los padres escuchando mientras cenaban al “Ojo de Vidrio”, el mismo Porfirio Cadena con todas sus peripecias.
En otros barrios los árboles navideños empiezan a aparecer y el adorno tradicional que puede tener variado significados representa para las familias el símbolo de la reunión y el encuentro y la ocasión de ofrecer lo mejor de uno en convivencias gustosas.
La vida como siempre, corre paralela en realidades innegables. Por una parte esta el escenario de la sospecha, del miedo, de la desidia. De los grandes titulares y los comentarios de café que no logran permanecer en la preocupación real más allá de lo que dura un día. El día siguiente la noticia será otra, los aniquilados brutalmente se sumarán a las cifras enormes de las estadísticas sobre delincuencia.
Los sospechosos de corrupción, los investigados por denuncias o implicaciones declaradas por sujetos de procesos judiciales, serán más tarde simples nombres olvidables o de repente algún personaje de mayor calibre servirá de “ejemplo” de lo que es aplicar todo el peso de la ley.
Y así seguimos, entre la realidad y la ternura, entre el cinismo de un mundo real y las bondades de un mundo que buscamos como cierto aunque sea en ciertas fechas y en ambientes reducidos.
Personajes queridos se separan definitivamente de nosotros y dejan un hueco en donde por lo pronto solo habita la tristeza y la pena, pero seguros de que brotarán formas bellas y armónicas de rendir tributo a vidas dedicadas al estudio, la cultura y la amistad.
Con la tristeza, el frío, la emoción, la nostalgia y la esperanza repartida entre todos, nos enfilamos hacia el final de 2008, año en que ayer apenas celebrábamos la primavera y ahora despedimos del calendario.
En algunas partes del mundo alguien da gracias por algo, nosotros bien podemos imitar el gesto.
…Por tu dulce mirar mujer ideal yo soy felizpor ti aprendí a querer con todo el fuego de mi ser.Mi alma renació con la ilusión de un nuevo solque tu imagen le dio con su carita de arrebol….(Barcelata, Lorenzo. Por ti aprendí a querer)

jueves, 30 de octubre de 2008

Aura

Con motivo del cumpleaños número 80 de Carlos Fuentes se hace obligado alguna referencia a la obra de este escritor mexicano.
Durante el sexenio pasado se logró cierta atención en los medios políticos sobre su novela Aura, debido a la restricción pública que hizo un Secretario de Estado a que dicha obra fuese leída por su hija, aduciendo lo impropio de esa lectura para una jovencita.
Aura es el relato de la vida de un historiador en busca de alojamiento en el centro de la ciudad de México a fin de realizar un trabajo en particular.
Encuentra un cuarto en la casa de Consuelo una mujer sola.
El desenvolvimiento del relato va brindando al lector una serie de elementos significativos que tendrán su razón de ser según el análisis posterior.
El ambiente de la casa, su jardín interior, el nombre de las plantas. Los retratos, los sitios en la mesa van creando una expectativa de suspenso y curiosidad.
La presencia de la joven Aura centra la historia en los cambios que se van dando lugar hasta el desenlace final.
La intención es dejar para usted amigo lector algo de interés para buscar la lectura de Aura.
Alguna ocasión Julio Cortázar al ser entrevistado con relación a su más reciente libro fue interrogado por el significado de algunos elementos planteado por él. Contestó divertido “no sé qué signifiquen, todavía no he leído a mis intérpretes y analistas”.
En el caso de Aura se dieron interpretaciones variadas al sentido real de la obra de Fuentes, estuvieron quienes aducían un simbolismos con la esencia indígena y la trágica sumisión ante el conquistador.
Fuentes mismo ofrece parcialmente su intención al hablar de las múltiples personas que habitan a un individuo. Decía en una entrevista, cómo al encontrarse con una amiga de muchos años atrás, cuando la miró de nuevo esperaba ansioso la imagen casi adolescente de la jovencita que recordaba y relataba cómo a medida que se acercaba y miraba la presencia madura de la mujer actual podía advertir las “otras” mujeres que habían sido a través del tiempo.
El análisis más completo de esta obra lo ofrecen participantes a un Congreso de Literatura Hispanoamericana en los años setenta (quedo en deuda con el dato bibliográfico) en donde establecen de manera puntual la relación indudable entre el texto y los datos que ofrece Jules Michelet en su libro La Bruja (La Sorciére).
En este estudio de la bruja y las supersticiones de la Edad Media, Carlos Fuentes va tomando elementos que reúne de manera única, resumida y sencilla en su novela.
Nada queda al azar, nada es una ocurrencia. Desde los nombres de Felipe Montero, el joven historiador o la dueña de la casa: Consuelo. Los alimentos, el lugar vacío en la mesa, los movimientos imitados a la hora de comer, la ropa de la mujer y los encuentros amorosos, todos los detalles encuentran explicaciones diferentes pero referentes a la misma noción: las prácticas de las brujas de la Edad Media en Europa y los recursos para hacer efectivos sus sortilegios, variados y diferentes según la región o el propósito a alcanzar.
Leer a Fuentes en esta obra es adentrarse en un mundo reproducido como en espejos alineados hacia un sinnúmero de posibilidades, y es una invitación para adentrarse en un mundo más denso, profundo y complejo en busca de respuestas que finalmente no son necesarias.
En su obra, Carlos Fuentes inicia y concluye una historia con la que el lector puede quedar satisfecho, pero claro con sus propias interrogantes.

Ay que bonito es volar A las dos de la mañanaA las dos de la mañanaY ay que bonito es volar, ay mamáVolar y dejarse caer En los brazos de tu hermanaEn los brazos de tu hermanaY hasta quisiera llorarMe agarra la bruja, Me lleva al cuartel,Me vuelve maceta,Me da de comerMe agarra la bruja, Me lleva al cerrito,Me sienta en sus piernas,Me da de besitos…
(…)

(La Bruja, Canción popular)

viernes, 17 de octubre de 2008

El destino en las cartas

Eran los años finales de la década de los treinta. Ensenada se extendía apenas algunas casas más allá del arroyo. Miguel, nieto de un arriero próspero y de una familia conocida de la localidad, estrenaba el gusto de haber recibido en regalo un burro, a quien llamó Timoteo, el cual representaba la razón diaria de su existir.
Caminar más allá de los límites de las casas que bordeaban el arroyo y su pequeño bosque era una aventura que los niños del barrio realizaban con algarabía y confianza.
Las dunas y arbustos alrededor de la bahía no guardaban secretos en sus veredas y escondites.
En las zonas más alejadas, lo que representaba ya un territorio rural, a la altura de lo que podría ser el arroyo de El Gallo, vivía en una vivienda rústica e improvisada en una especie de covacha rebajada al cerro y ampliada con tablones viejos y cartones, un hombre solitario, una especie de ermitaño y vagabundo que recorría las orillas de la ciudad seguido por un séquito de perros. Le decían El Güero, evidentemente porque en medio de la tierra y las costras que la falta de baño construían en su rostro, podían advertirse unos ojos azules y algún otro indicio de que el viejo era un hombre rubio. No tenía familia alguna.
Merecedor de la amistad y del trato cordial de quienes le conocían , por razones que no me fueron relatadas pero imagino como una suerte de conversador ameno, prestaba sus servicios para cuidar el burro del pequeño Miguel quien se lo había llevado para que lo mantuviera alimentado y seguro a cambio de un pequeño pago.
El Güero vivía “al día” cargando con él todos sus valores, toda su historia, dondequiera que el cansancio le llegara establecía su domicilio. Él era él en cualquier sitio donde hubiera espacio para sus afectos: sus perros y sus bultos de ropa. Nada más.
Pasaron los años, el niño creció para convertirse en un joven trabajador quien nunca dejó de frecuentar al Güero mucho tiempo después de que el burro también creció y dejó de existir.
La ciudad se extendió, la colonia Obrera nació y floreció en sus asentamientos actuales, la actividad productiva se diversificada entre las empresas locales, el comercio, la actividad pesquera y la administración pública.
El Güero seguía en su ir y venir por sus rutas conocidas, seguido por sus animales y llevando consigo bolsas de trapos los cuales no abandonaba por ningún motivo.
En algún momento de estos años había encontrado una compañera, la Nena, que corría los mismos destinos aunque ella sí tenía familiares en la ciudad y pasaba temporadas acompañándolo alternado con épocas en que se retiraba con los suyos o éstos la buscaban ya que no se encontraba muy bien de sus facultades mentales.
Los años siguieron pasando Miguel formó una familia y estableció su domicilio en lo que era ya la Colonia Independencia.
Seguía visitando de vez en cuando al Güero y en alguna de sus conversaciones éste le contó una vez más la historia de un hermano mayor que en 1905 se había ido a vivir a Estados Unidos y nunca más supo de él. Contaba que para entonces el hermano tenía dos pequeñas hijas. Este relato no era nuevo para Miguel, pero en esta ocasión le pedía que le hiciera una carta para su hermano porque estaba en riesgo de perder su propiedad a causa de un personaje que estaba peleando por ella. Como no eran terrenos regularizados, quería arreglarlo y pensaba que si su hermano sabía del asunto sin duda le ayudaría para resolverlo.
El tiempo pasó, Miguel no escribió inmediatamente, no tenía más datos que el nombre del hermano del Güero y el nombre de la ciudad: Palm Springs, pero nada más, además desde que le contó la historia habían transcurrido muchos años, consideraba muy remoto si no imposible, localizarlo. Desde que le pidió que escribiera pasaron meses hasta que un día pensó que nada se perdería haciéndole el favor al Güero, escribió la carta, planteó el asunto, firmó como el hermano pero agregó sus datos: nombre completo y dirección. La carta en cuestión iba dirigida al señor Fulano de Tal (nombre y apellido correctos) Lista de Correos (en español), Palm Springs.
Transcurrió más de un año cuando un día llegó a la casa de Miguel una carta, era una sobrina del Güero quien daba respuesta ya que una amiga que trabajaba en la oficina postal de Palm Springs le informó que tenían tiempo con una carta para su padre, quien ya no vivía. La sobrina se puso en contacto y prometió venir a la ciudad a conocer a su tío. Lo hizo acompañado de su esposo, ella era ya para los años sesenta una mujer mayor. Miguel advirtió las condiciones en las que vivía el Güero y condujo a la mujer junto a su tío, el encuentro fue emotivo, más para ella que para él. Quedaron en ver el asunto de su propiedad y de enviarle ayuda. Tiempo después a través de una carta quedaron de encontrarse en Tijuana para entregarle un dinero con el que resolvería el trámite. La carta la envió con meses de anticipación a la fecha propuesta. Miguel se había comprometido a llevarlo en su auto. El Güero impaciente preguntaba cada vez que lo miraba cuánto faltaba para ir a Tijuana.
Un día Miguel fue a verlo, no lo encontró. Supo que otro amigo le había ofrecido llevarlo y dejarlo en Tijuana. Pasaron las semanas y no supieron nada de él. La “Nena”, la compañera del Güero iba a la casa de Miguel a preguntar por él, pero no hubo noticias.
Un día de febrero, mientras la familia de Miguel se disponía a ir al desfile principal de Carnaval, le dijeron que había llegado una carta, la tomó y la guardó, luego mientras salían llegó la Nena y unas parientes, muy arregladita para ir a las fiestas. En ese momento él leía la carta de la sobrina del Güero en donde le decía que su tío había muerto atropellado en Tijuana. Nunca se encontraron. El Güero llevaba la carta de la sobrina por eso la localizaron, la familia reclamó su cuerpo y lo sepultaron allá. Tenía casi noventa años. A la Nena nunca le dijeron lo que había pasado. Ese día de Carnaval, al verla tan arreglada, tan contenta, tan vieja, con sus ojos sonrientes y medio ausentes Miguel no supo cómo dar esa noticia. Todavía hoy se pregunta sí hizo lo correcto. Nunca supo más de ella.

…Ahora vuelve el sol a dejarnos.
La tarde se cansa,
descansa sobre el suelo, envejece.
Trenes distantes, voces, hasta campanas suenan.
Nada ha pasado.
(Sabines, Jaime. El llanto fracasado)

viernes, 10 de octubre de 2008

Buscando sentido

Llega el día y llega la hora de escribir y frente a la pantalla en blanco bailan frente a mis ojos las letras del alfabeto y las historias a las que puedo hacer referencia en sesenta y tantas líneas.
Miro a todas partes y en pedazos llegan los temas incompletos, fragmentados como llega día a día, hora a hora, la historia del mundo gracias a la rapidez de los medios electrónicos; y también gracias a criterios variados llegan trozos de vidas y acciones distantes acomodadas y ajustadas a espacios y políticas diversas según la empresa que maneje la información.
Como sea, nada en estos tiempos es completo, ni definitivo, ni siquiera plenamente cierto. Me refiero a lo que fluye en forma constante a través de pantallas o monitores.
Las informaciones generales hacen posible, quizá como siempre ha sucedido, que con ciertos datos se formen opiniones y conjeturas sin necesidad de ahondar mucho sobre los asuntos tratados. Trato de encontrar sentido.
La crisis económica que se vive a nivel internacional pareciera cosa de otros, piensa uno en los enormes capitales, los cuales ni siquiera se alcanza a saber dibujar en cifras y entonces entiende que los pocos pesos que se reciben en un salario semanal o en un depósito al banco quincenalmente no son parte de esa crisis que ocupa titulares en los diarios u horas de comentarios en el radio y la televisión.
Pero resulta que después de hacer la compra semanal de la despensa familiar el presupuesto se mira seriamente disminuido y se tienen que hacer entonces ajustes para decidir si el gasto de una prenda de vestir o el corte de pelo, por ejemplo, deberán de aplazarse para el siguiente pago o si los cereales de “antojo” para los niños tienen que dejarse de lado en los anaqueles del mercado porque el costo rebasa la cantidad que se dispone para ese fin.
En el país siguen las ejecuciones, lo mismo de jefes policíacos que de integrantes de grupos de delincuentes, da lo mismo, homicidios son homicidios, no estamos hablando de números fríos sino de hombres –en su mayoría- y mujeres con nombres, con vínculos familiares que debieran ser enfrentados a la justicia de las instituciones de otra manera que evitara el tránsito por los Semefos de todo el territorio nacional.
Por otra parte en conflictos añejos la dirigencia del SNTE ha encontrado en la disidencia magisterial y principalmente en las zonas rurales una resistencia para plegarse a los manejos arbitrarios, señalando las normales como inoperantes y haciendo llamados para buscar otra “ocupación” para quienes quieren ser profesores, se ha abonado al desprestigio oficialista con el que se abordan los problemas complejos de un sector siempre señalado como la causa no la consecuencia de los excesos y la corrupción imperante en su tratamiento. Con espots anunciando como si fuesen curas milagrosas para el acné o el sobrepeso, se pretende asegurar que las alianzas o las reformas educativas traerán mágicamente recursos, instalaciones, y programas de calidad que nos colocarán en condiciones de competencia internacional, pretenden desaparecer una realidad dolorosa que son las condiciones de pobreza, necesidad y corrupción con las que tienen que lidiar los profesores de una vasta zona de México.
El estado de Guerrero acaba de culminar la etapa de su proceso electoral estatal, si se entiende como un ensayo de lo que puede ser la elección llamada intermedia del año siguiente hay lecturas y mensajes para todos los actores en el escenario político electoral del país: el partido que gobierna desde Los Pinos se desdibuja en ese estado; el que gobierna el estado actualmente, se divide y debilita y el que se señalaba como la causa de todos los males y la razón del cambio, se fortalece.
En el Estado los diarios mencionan que después del informe del Gobernador, se mira afectado su índice de aceptación, ¡como si eso fuese lo más importante! El rechazo mostrado en encuestas se debe a que no se han visto las decisiones eficientes que controlen el avance de un estado de violencia que se ha extendido a todos los municipios bajacalifornianos. Se debe también a que la crisis esa que miramos aparentemente desde la distancia, nos llega a los tanques de gasolina, a la compra diaria, al acceso a los benefactores comunes que apenas hace poco podíamos tener.
La salud se resiente entre la ansiedad, la preocupación y la prisa. Un malestar común como un dolor estomacal o un resfriado requieren de levantarse antes del amanecer para ir a hacer fila y obtener un turno en la consulta diaria, perder toda la mañana y obtener al fin un antibiótico, un desinflamatorio, o una suspensión, de otro modo tendría que hacer el desembolso de quinientos pesos de la consulta con el médico particular y otros tantos del medicamento ¿qué trabajador tiene una reserva de mil pesos en cualquier día de la semana por un contratiempo menor de salud? Veo a los funcionarios de primer nivel y a personajes de esos que salen en sociales celebrando con vinos premiados y en lugares exclusivos, esperando la consulta del IMSS, ISSSTE o ISSSTECALI, o sea que el golpe al bolsillo de las crisis abstractas y lejanas sí se resiente donde más duele y finalmente lo que se nota en las gráficas de la aceptación de un gobernante tiene más que ver con la cruda realidad que con las señales del besito y la foto.
Y aún así, hay quienes confiamos en que un día se abrirán las grandes alamedas y caminará por ellas un hombre nuevo. Las utopías siguen sirviendo para continuar caminando. En una exacta foto del diario, señor ministro del imposible, Vi en plena risa y en plena euforia y en pleno gozo su rostro simple. Seré curiosa, señor ministro, ¿De qué se ríe?
¿De qué se ríe?...
(Benedetti, Mario. Seré Curioso)

jueves, 2 de octubre de 2008

¿Cómo decirles?

Hay analistas que inician en estos días sus columnas con una disculpa por el tono pesimista o quejumbroso de su escrito. Me corresponderá en este caso, primero, hacer una confesión y después enumerar mis mortificaciones.
Varias veces he mencionado el efecto perverso de las campañas de odio echadas a andar (con fines políticos) hace ya varios años obteniendo adeptos con enorme facilidad. El recurso fácil de denostar y señalar faltas, delitos y riesgos a partir de posibles decisiones electorales surtió efecto de diferentes maneras.
De la misma forma que se colocó a una masa desinformada en un papel de “eructar” (figuradamente) todo cuanto contenido negativo le hicieron engullir a través de todos los medios al alcance, se conformó otro sector quizá más documentado o con más recursos informativos para asimilar los contenidos diversos de la publicidad en tiempos electorales o no. Este grupo sin advertirlo ha generado una nueva forma de intolerancia con todo y ser promotores de la tolerancia en su más amplia expresión,
Me explico porque confieso que me encuentro en este grupo: no tengo paciencia para avanzar una lectura que inicia descalificando a los personajes que desea cuestionar o criticar; motes, sobrenombres o epítetos, desmerecen la posibilidad de comprender cualquier señalamiento como serio o fundado. No puedo continuar tranquilamente en el desarrollo de un programa de análisis cuando la premisa inicial se establece entre la distinción de “blancos y negros”, “civilizados y salvajes”, “limpios y sucios”.
Quisiera tener los recursos intelectuales, políticos, materiales y hasta sobrenaturales para explicar por ejemplo que los conflictos magisteriales del centro del país no tienen nada qué ver con los de este estado. ¿Cómo decir que el efecto más devastador de las divisiones entre el gremio magisterial es la apatía, el desconocimiento, la desinformación y la renuncia a defender el derecho ganado con años de historia en esta entidad para tener los beneficios que se fueron conquistando a través de discusiones, de luchas reales, de acuerdos y de avance en el bienestar de ese sector? ¿Cómo decirles a quienes se agrupan bajo diferentes siglas ahora que la noción de sindicato eficiente y defensor de los derechos de sus agremiados es superior a las lealtades personales a individuos de tránsito eventual por las dirigencias estatales? ¿Cómo explicar la vigencia del derecho social como legítimo instrumento de defensa frente a los embates de un estado patrón que ahora desconoce la validez y la presencia de un sector antes respetado y prestigiado?
¿Cómo comunicar que los gobiernos actuales nos han llenado de improvisados amigos de los amigos de los amigos, en cargos donde es importante una formación profesional, un poco de cultura y algo más de experiencia?
¿Cómo hacerle para superar el desdén con el que se refieren a cualquiera que no sea del mismo grupo o igual filiación política? ¿Cómo escuchar inmutable en lugares públicos las referencias a privilegios en gestiones que requieren mayor esfuerzo o complejidad para la mayoría de los ciudadanos y que algunos cuántos obtienen sin trámite de por medio?
¿Cómo decir que pertenecemos a los mismos espacios públicos y no somos disfuncionales aunque no juguemos en las “maquinitas tragamonedas” o tampoco tengamos amigas que hacen ahorros (cundinas) en dólares, ni acudamos a los mismos servicios religiosos? ¿Cómo demostrar que no somos un peligro para el país a pesar de entrar en a categoría de nacos por no tener pasaporte?
¿Cómo decir que una mujer poderosa gracias a las estructuras de control que se tejieron durante los gobiernos priistas y una vez confrontada la dirigencia de su partido, y de escenificar una lucha pública y penosa por el control del mismo durante el sexenio pasado, no se convierte en la figura ideal o limpia en un partido que en alianza con los gobiernos actuales es solamente un puente entre los miembros de un grupo político (o varios) hacia otro, sin enfrentar los costos del reclamo o el señalamiento por los actos a todas luces de travestismo?
¿Cómo hacer para que se entienda que quienes tienen a la líder vitalicia como símbolo de todos los abusos del corporativismo, y adjudican su pertenencia a un partido como prueba de su descomposición, la abriguen en su seno y se haya reforzado su poder gracias a los servicios electorales que brinda de elección a elección?
Y ¿cómo decir que basta con informarse, con ir más allá de los titulares para conocer las realidades de los profesores, de las escuelas, pero sobre todo de la educación? ¿Cómo?

…Si acaso el ángel sigiloso
abriera la ventana
te miraría salir interminablemente
como un tiempo cansado
hacia su sombra vuelto,
como quien frente al mundo se pregunta:
"¿En qué lugar está mi soledad?”
(Chumacero, Ali. Muerte del Hombre)

jueves, 25 de septiembre de 2008

Un gran abrazo

Hay mañanas que desde que suena el despertador quisiera encargarle el mundo a alguien de confianza.
Pasan de las seis de la mañana y pienso en una vida larga de despertares apresurados para prepararse para la escuela por años, después para enviar al esposo al trabajo, enseguida para asistir al propio empleo y al del marido, se le agregan más tarde los hijos y sus desvelos y así se suman los años y los amaneceres antes de que es sol llegue.
El entusiasmo o el gusto con que se enfrenta el día ha variado según la edad, el motivo de la madrugada o la fecha (en días de pago todo se aligera).
Están en la memoria los días fríos en que se prepara a un familiar enfermo para acudir a exámenes de laboratorio o a consulta. Esas horas pareciera que se cargan de una pesadez distinta. La sombra de la incertidumbre espesa el silencio mientras viaja uno hacia la clínica o el consultorio.
¡Qué ganas de encontrar esos días un sustituto o sustituta para hacerle el encargo! Sin dudarlo pediría a la persona designada para el trabajo que cuidara, apoyara y brindara a nuestro familiar todo el calor que en algunas mañanas pareciera faltarle a uno.
El sueño le duele a uno en los párpados y el frío del alba se posa inclemente en las coyunturas de los tobillos y rodillas.
El día de cualquier manera, sigue su curso. En medio de la neblina espesa del temprano otoño siento al caminar de un lugar a otro de la casa un malestar causado por la cantidad enorme de fallecidos cada día a lo largo del país, abatidos por la violencia que parece enseñorearse de todo el territorio nacional. Lastima que se encuentre uno acostumbrándose a esa nota informativa, duele que los nombres, edades o sexo de las víctimas no le cause a uno ni siquiera curiosidad mucho menos indignación.
Estirando la colcha, mientras el despertador deja escuchar los acordes de una melodía alegre, se cubre uno la cabeza y puede imaginar los titulares de los diarios locales o nacionales con notas que no logran ni siquiera levantar las cejas: que ocupamos un lugar muy bajo en el terreno de transparencia, o sea que somos corruptos reconocidos, que la canasta básica seguirá aumentando, que los precios de los combustibles se elevarán cualquier día como ha venido ocurriendo, que aparecieron decapitados un X número de cadáveres, que las comisiones de la Cámara de Diputados deciden que los casos de denuncias por corrupción del sexenio anterior deben cerrarse por falta de pruebas, que los fondos de retiro de algún sindicato han desaparecido.
Se siente a veces un cansancio grande y no logra entender si es uno o es algo más allá lo que provoca una punzada en el corazón.
El tiempo pareciera comerse día a día los entusiasmos con los que observa el paso del tiempo. La mañana transcurre con tanta velocidad que apenas se alcanza a realizar el trabajo rutinario, a la hora que busca uno un tiempo para leer un poco o tal vez escribir, le cae encima el reloj marcando una tarea inaplazable para seguir con la vida doméstica.
¿A quién pedirle entonces que cuide del bienestar de nuestras familias? ¿En quién confiar para garantizar la seguridad de las calles, las escuelas, los espacios públicos?
Hoy quisiera quedarme hecha ovillo entre las sábanas y soñar que nunca he escuchado las historias sórdidas y tristes en que viven los niños en las colonias de la periferia de la ciudad, quisiera imaginar que al llegar a las escuelas todos los alumnos han dormido bien y tomaron alimentos antes de salir de sus casas. Hoy quiero olvidar que el flagelo de las adicciones es la salida más a la mano de jóvenes adolescentes y adultos jóvenes allí donde faltan los empleos y las opciones de ocupación remunerada.
En días así me faltan recursos, imaginación y optimismo porque la realidad rebasa mis anhelos poéticos y mi vocación literaria.
Y quisiera tomar en mis brazos adoloridos a todos los seres posibles y brindarles en un abrazo un poco de calor y una pizca de esperanza para encontrar la fuerza necesaria para iniciar el día, uno a uno.

Te quiero cada lunes con el alba
antes de ver el día
entre el canto diverso del cenzontle
y el discreto bostezo de los gatos

tu rostro se apresura
llega antes del sol
los ojos se me llena con tu imagen
me invade tu calor
y algún lugar impreciso de mi cuerpo
al evocarte
duele.

martes, 23 de septiembre de 2008

Llega el otoño

Apenas se asoman los números del calendario pero aún sin verlos el suave viento de la mañana trae el aroma a hojas secas y el paisaje se llena de dorados, naranjas y verdes secos.

Llega el otoño, reúne entonces uno el ánimo de la estación que termina y pasa la mano, como por una tela tersa, a los recuerdos que este año ha ido dejando.

De manera natural empieza la despedida al 2008, se preparan los eventos que restan con entusiasmo seguro: algunos cumpleaños y el efervescente bullicio con el que finalmente celebraremos que los ciclos se cierren, los plazos se cumplan y nosotros sigamos contando...

lunes, 22 de septiembre de 2008

Un extraño enemigo

Hay días en que parece uno completamente perdido de su centro. Como en juego de esas cajitas con balines que deben caer en un pequeño hueco dispuesto para ese fin, movemos y movemos la pequeña circunferencia buscando que la pieza caiga por sí misma en su lugar y no lo logramos. Si la pequeña canica fuese el “yo” y el punto horadado el “yo mismo”, de plano reconocería que hay días en que no me encuentro.
Aquí surgen las buenas y las malas noticias: una, que no estoy sola, ese estado es compartido con muchos otros habitantes del país y otra, que eso no es remedio de nada.
El tema de la violencia desatada en todos los lugares del territorio nacional sobrepasa el análisis simple o la mirada general de cualquier opinión más o menos preocupada.
Las conversaciones entre quienes tienen uno o dos datos documentados giran alrededor de la falta de control de las autoridades correspondientes.
Ya sea por una de las versiones que dicen que “antes” -y aquí no sé bien a qué “antes” se refieren si tenemos ya varios sexenios estatales con el mismo tipo de gobierno, o si el “antes” es federal y entonces estaremos hablando de menos tiempo- la autoridad se entendía con los líderes de la delincuencia y éstos respondían con control sobre las acciones en determinadas áreas. O bien las otras versiones que dicen que en la lucha contra el crimen organizado no se diseñaron estrategias para afectar de manera inteligente los cotos de poder de los diferentes grupos del hampa, dando como resultado que el descabezamiento indiscriminado haya dejado en la libre a mandos secundarios que arremeten contra los adversarios del mercado sin detenerse en la población que afectan y sin código alguno al que se pueda apelar para llegar a acuerdos.
Porque llegado el caso o se aniquila al delincuente como los tiempos de Elliot Ness o se busca la forma de encontrar puntos donde el resultado sea una efectiva disminución de la violencia presente ya en cualquier ciudad, barrio, camino, establecimiento o evento.
Querer encontrarle sentido político a todo buscando destinatarios en un efecto de juego de billar resulta en ocasiones un ejercicio para distraer del punto urgente a resolver: la ola sangrienta de atentados, ejecuciones o secuestros.
Explicar que las luchas son entre los mismos delincuentes no alivia ni responde al reclamo del ciudadano que exige seguridad.
Lo punzante, lo grosero es la aparente facilidad con que se arremete en sitios impensables hasta hace poco tiempo y lo peor aún son los discursos con los que se pretende responder a un sector delincuencial a quien los dichos de los políticos o los funcionarios no les hacen ni cosquillas, porque además ni los miran, ni los oyen.
De los atentados en Morelia ¿qué sigue?: minutos de silencio, becas para huérfanos, pensiones modestas para viudas, gastos de funerales, fotos, flashes, caras de circunstancia, golpeteo político para el gobernador perredista, declaraciones de las damas de blanco encargadas de la protesta nacional organizada, y horas en noticieros dando los pormenores del lugar en donde cayeron las modestas prendas de vestir de una de las heridos.
Por lo pronto, se quedan atrás las víctimas de los sucesos en el Estado de México o en cualquier otro estado. Pero eso no sería lo más grave, los que se van quedando en el olvido son los verdaderos responsables de estos homicidios, y detrás de ellos todos aquellos encargados de procurar justicia, los mismos que cuando le llegan de cerca los señalamientos solamente los cambian de puesto o se les quita del escaparate.
Pero no tenemos que extender la mirada a otras latitudes, basta conocer lo que ha sucedido en Tijuana donde aún los acontecimientos son tan recientes que no se puede abordar el tema con la suficiente objetividad, baste señalar que la sobrepoblación de los centros penitenciarios y el caos producido por la aglomeración indistinta de prisioneros en diferentes etapas de sus procesos correspondientes provocan que el asunto de unos se convierta en problema de todos y el estallido abarque a los familiares desesperados por la suerte de los suyos, recluidos y por el momento atrapados en un conflicto de grandes dimensiones.
Cuando los marcos institucionales se miran rebasado o destruidos por los conflictos no queda más que reconocer la necesidad de acudir a otras instancias para manejar las soluciones que aunque calificadas de urgentes siempre llegarán tarde. Y es ahí cuando la sociedad se vuelve herida en busca de las respuestas, pero además de lastimada también reacciona violentada, y con razón.
Mientras el responsable de los sucesos en Michoacán aguardaba el último viva México el país entero sigue esperando que alguien declare formalmente que el crimen organizado o no, es el extraño enemigo y reconozca que hace tiempo profana con su planta el suelo de nuestros barrios, colonias y ciudades. El territorio de nuestra seguridad se mira invadido por un estado zozobra e inquietud permanente y como ciudadanos solamente esperamos que se respete nuestro derecho a un pedazo de tranquilidad y paz.


…frente a la tarde de salitre y piedraarmada de navajas invisiblesuna roja escritura indescifrableescribes en mi piel y esas heridascomo un traje de llamas me recubren,ardo sin consumirme, busco el aguay en tus ojos no hay agua, son de piedra…(Paz. Octavio. Piedra de Sol)