martes, 2 de diciembre de 2008

Nostalgiando

Dicen que eso de la nostalgiada se me da bien. Es curioso, escribo de muchos temas, lo referente a la política es lo más frecuente, sin embargo los recorridos que de vez en cuando hago por la memoria llega invariablemente a alguna fibra sensible del lector. Éste es distinto y variado así es que cuando recibo comentarios favorables a los temas manejados porque los ubico en el pasado personal, llego a la conclusión de que a las personas les gusta recordar en los ojos y los recuerdos de otros.

Pienso que hay una parte de uno que espera verse reflejada con algo de permanencia en una memoria colectiva y se agradece que aparezca en blanco y negro en la palabra de alguien con voz más audible aún en espacios reducidos.

jueves, 27 de noviembre de 2008

De pasadita

Hace ya tiempo que la reflexión o el pensamiento íntimo me conduce irremediablemente a un estado doloroso de evocación y de nostalgia aún de lo no vivido.
El mundo se nos presenta día a día en versiones comprimidas de lo que alguna vez fueron días mejores. Las mañanas eran largas y el tiempo alcanzaba para hacer varias tareas ya fueran domésticas o referentes a nuestros empleos de diversa índole. Las tardes adquirían fisonomías diferentes mientras llevaba a cabo uno actividades complementarias al diario acontecer.
Poco a poco advierto que el día corre a una velocidad con la cual no logró ponerme al corriente. Si leo, escribo o realizo alguna actividad fuera de estas rutinas la mañana es absorbida por las horas de tal modo que llega el medio día en un ¡tris!
Pero en esas actividades cotidianas se van también los grandes temas. En un mundo que amenaza en caer en una fuerte depresión económica de cuyas consecuencias aún no tenemos idea solamente alcanzamos a escuchar declaraciones de optimismo infundado, según especialistas y cantos oficiales de éxito futuro.
La guerra, para la que nadie nos preparó, tiene lugar en cualquier calle, carretera o punto de la ciudad. Sin habernos advertido que seríamos sitiados, intimidados y sorprendidos por operativos, más ruidosos que eficientes, vivimos en medio de retenes y revisiones que con una mirada nos cataloga y asigna un lugar como “confiable” o “sospechoso”, después de habernos colocado en embotellamientos de los que desea uno salir huyendo a riesgo de quedar como indiciado.
Después de la última oleada de calor con la condición Santana llegaron finalmente los fríos conocidos en la región. El final del otoño bajacaliforniano llena de un viento helado las calles viejas de la ciudad. Los días se reducen a las hora de luz natural y aunque la actividad sigue en los comercios y oficinas, allá en las colonias, dentro de las viviendas familiares, la llegada de la noche nos invita a buscar tareas que brinden un poco de calor al hogar. Lejos quedaron los días en que los programas radiofónicos llenaban el espacio con música o radionovelas. Como cosa de la antigüedad recuerda alguien a los abuelos o los padres escuchando mientras cenaban al “Ojo de Vidrio”, el mismo Porfirio Cadena con todas sus peripecias.
En otros barrios los árboles navideños empiezan a aparecer y el adorno tradicional que puede tener variado significados representa para las familias el símbolo de la reunión y el encuentro y la ocasión de ofrecer lo mejor de uno en convivencias gustosas.
La vida como siempre, corre paralela en realidades innegables. Por una parte esta el escenario de la sospecha, del miedo, de la desidia. De los grandes titulares y los comentarios de café que no logran permanecer en la preocupación real más allá de lo que dura un día. El día siguiente la noticia será otra, los aniquilados brutalmente se sumarán a las cifras enormes de las estadísticas sobre delincuencia.
Los sospechosos de corrupción, los investigados por denuncias o implicaciones declaradas por sujetos de procesos judiciales, serán más tarde simples nombres olvidables o de repente algún personaje de mayor calibre servirá de “ejemplo” de lo que es aplicar todo el peso de la ley.
Y así seguimos, entre la realidad y la ternura, entre el cinismo de un mundo real y las bondades de un mundo que buscamos como cierto aunque sea en ciertas fechas y en ambientes reducidos.
Personajes queridos se separan definitivamente de nosotros y dejan un hueco en donde por lo pronto solo habita la tristeza y la pena, pero seguros de que brotarán formas bellas y armónicas de rendir tributo a vidas dedicadas al estudio, la cultura y la amistad.
Con la tristeza, el frío, la emoción, la nostalgia y la esperanza repartida entre todos, nos enfilamos hacia el final de 2008, año en que ayer apenas celebrábamos la primavera y ahora despedimos del calendario.
En algunas partes del mundo alguien da gracias por algo, nosotros bien podemos imitar el gesto.
…Por tu dulce mirar mujer ideal yo soy felizpor ti aprendí a querer con todo el fuego de mi ser.Mi alma renació con la ilusión de un nuevo solque tu imagen le dio con su carita de arrebol….(Barcelata, Lorenzo. Por ti aprendí a querer)

jueves, 30 de octubre de 2008

Aura

Con motivo del cumpleaños número 80 de Carlos Fuentes se hace obligado alguna referencia a la obra de este escritor mexicano.
Durante el sexenio pasado se logró cierta atención en los medios políticos sobre su novela Aura, debido a la restricción pública que hizo un Secretario de Estado a que dicha obra fuese leída por su hija, aduciendo lo impropio de esa lectura para una jovencita.
Aura es el relato de la vida de un historiador en busca de alojamiento en el centro de la ciudad de México a fin de realizar un trabajo en particular.
Encuentra un cuarto en la casa de Consuelo una mujer sola.
El desenvolvimiento del relato va brindando al lector una serie de elementos significativos que tendrán su razón de ser según el análisis posterior.
El ambiente de la casa, su jardín interior, el nombre de las plantas. Los retratos, los sitios en la mesa van creando una expectativa de suspenso y curiosidad.
La presencia de la joven Aura centra la historia en los cambios que se van dando lugar hasta el desenlace final.
La intención es dejar para usted amigo lector algo de interés para buscar la lectura de Aura.
Alguna ocasión Julio Cortázar al ser entrevistado con relación a su más reciente libro fue interrogado por el significado de algunos elementos planteado por él. Contestó divertido “no sé qué signifiquen, todavía no he leído a mis intérpretes y analistas”.
En el caso de Aura se dieron interpretaciones variadas al sentido real de la obra de Fuentes, estuvieron quienes aducían un simbolismos con la esencia indígena y la trágica sumisión ante el conquistador.
Fuentes mismo ofrece parcialmente su intención al hablar de las múltiples personas que habitan a un individuo. Decía en una entrevista, cómo al encontrarse con una amiga de muchos años atrás, cuando la miró de nuevo esperaba ansioso la imagen casi adolescente de la jovencita que recordaba y relataba cómo a medida que se acercaba y miraba la presencia madura de la mujer actual podía advertir las “otras” mujeres que habían sido a través del tiempo.
El análisis más completo de esta obra lo ofrecen participantes a un Congreso de Literatura Hispanoamericana en los años setenta (quedo en deuda con el dato bibliográfico) en donde establecen de manera puntual la relación indudable entre el texto y los datos que ofrece Jules Michelet en su libro La Bruja (La Sorciére).
En este estudio de la bruja y las supersticiones de la Edad Media, Carlos Fuentes va tomando elementos que reúne de manera única, resumida y sencilla en su novela.
Nada queda al azar, nada es una ocurrencia. Desde los nombres de Felipe Montero, el joven historiador o la dueña de la casa: Consuelo. Los alimentos, el lugar vacío en la mesa, los movimientos imitados a la hora de comer, la ropa de la mujer y los encuentros amorosos, todos los detalles encuentran explicaciones diferentes pero referentes a la misma noción: las prácticas de las brujas de la Edad Media en Europa y los recursos para hacer efectivos sus sortilegios, variados y diferentes según la región o el propósito a alcanzar.
Leer a Fuentes en esta obra es adentrarse en un mundo reproducido como en espejos alineados hacia un sinnúmero de posibilidades, y es una invitación para adentrarse en un mundo más denso, profundo y complejo en busca de respuestas que finalmente no son necesarias.
En su obra, Carlos Fuentes inicia y concluye una historia con la que el lector puede quedar satisfecho, pero claro con sus propias interrogantes.

Ay que bonito es volar A las dos de la mañanaA las dos de la mañanaY ay que bonito es volar, ay mamáVolar y dejarse caer En los brazos de tu hermanaEn los brazos de tu hermanaY hasta quisiera llorarMe agarra la bruja, Me lleva al cuartel,Me vuelve maceta,Me da de comerMe agarra la bruja, Me lleva al cerrito,Me sienta en sus piernas,Me da de besitos…
(…)

(La Bruja, Canción popular)

viernes, 17 de octubre de 2008

El destino en las cartas

Eran los años finales de la década de los treinta. Ensenada se extendía apenas algunas casas más allá del arroyo. Miguel, nieto de un arriero próspero y de una familia conocida de la localidad, estrenaba el gusto de haber recibido en regalo un burro, a quien llamó Timoteo, el cual representaba la razón diaria de su existir.
Caminar más allá de los límites de las casas que bordeaban el arroyo y su pequeño bosque era una aventura que los niños del barrio realizaban con algarabía y confianza.
Las dunas y arbustos alrededor de la bahía no guardaban secretos en sus veredas y escondites.
En las zonas más alejadas, lo que representaba ya un territorio rural, a la altura de lo que podría ser el arroyo de El Gallo, vivía en una vivienda rústica e improvisada en una especie de covacha rebajada al cerro y ampliada con tablones viejos y cartones, un hombre solitario, una especie de ermitaño y vagabundo que recorría las orillas de la ciudad seguido por un séquito de perros. Le decían El Güero, evidentemente porque en medio de la tierra y las costras que la falta de baño construían en su rostro, podían advertirse unos ojos azules y algún otro indicio de que el viejo era un hombre rubio. No tenía familia alguna.
Merecedor de la amistad y del trato cordial de quienes le conocían , por razones que no me fueron relatadas pero imagino como una suerte de conversador ameno, prestaba sus servicios para cuidar el burro del pequeño Miguel quien se lo había llevado para que lo mantuviera alimentado y seguro a cambio de un pequeño pago.
El Güero vivía “al día” cargando con él todos sus valores, toda su historia, dondequiera que el cansancio le llegara establecía su domicilio. Él era él en cualquier sitio donde hubiera espacio para sus afectos: sus perros y sus bultos de ropa. Nada más.
Pasaron los años, el niño creció para convertirse en un joven trabajador quien nunca dejó de frecuentar al Güero mucho tiempo después de que el burro también creció y dejó de existir.
La ciudad se extendió, la colonia Obrera nació y floreció en sus asentamientos actuales, la actividad productiva se diversificada entre las empresas locales, el comercio, la actividad pesquera y la administración pública.
El Güero seguía en su ir y venir por sus rutas conocidas, seguido por sus animales y llevando consigo bolsas de trapos los cuales no abandonaba por ningún motivo.
En algún momento de estos años había encontrado una compañera, la Nena, que corría los mismos destinos aunque ella sí tenía familiares en la ciudad y pasaba temporadas acompañándolo alternado con épocas en que se retiraba con los suyos o éstos la buscaban ya que no se encontraba muy bien de sus facultades mentales.
Los años siguieron pasando Miguel formó una familia y estableció su domicilio en lo que era ya la Colonia Independencia.
Seguía visitando de vez en cuando al Güero y en alguna de sus conversaciones éste le contó una vez más la historia de un hermano mayor que en 1905 se había ido a vivir a Estados Unidos y nunca más supo de él. Contaba que para entonces el hermano tenía dos pequeñas hijas. Este relato no era nuevo para Miguel, pero en esta ocasión le pedía que le hiciera una carta para su hermano porque estaba en riesgo de perder su propiedad a causa de un personaje que estaba peleando por ella. Como no eran terrenos regularizados, quería arreglarlo y pensaba que si su hermano sabía del asunto sin duda le ayudaría para resolverlo.
El tiempo pasó, Miguel no escribió inmediatamente, no tenía más datos que el nombre del hermano del Güero y el nombre de la ciudad: Palm Springs, pero nada más, además desde que le contó la historia habían transcurrido muchos años, consideraba muy remoto si no imposible, localizarlo. Desde que le pidió que escribiera pasaron meses hasta que un día pensó que nada se perdería haciéndole el favor al Güero, escribió la carta, planteó el asunto, firmó como el hermano pero agregó sus datos: nombre completo y dirección. La carta en cuestión iba dirigida al señor Fulano de Tal (nombre y apellido correctos) Lista de Correos (en español), Palm Springs.
Transcurrió más de un año cuando un día llegó a la casa de Miguel una carta, era una sobrina del Güero quien daba respuesta ya que una amiga que trabajaba en la oficina postal de Palm Springs le informó que tenían tiempo con una carta para su padre, quien ya no vivía. La sobrina se puso en contacto y prometió venir a la ciudad a conocer a su tío. Lo hizo acompañado de su esposo, ella era ya para los años sesenta una mujer mayor. Miguel advirtió las condiciones en las que vivía el Güero y condujo a la mujer junto a su tío, el encuentro fue emotivo, más para ella que para él. Quedaron en ver el asunto de su propiedad y de enviarle ayuda. Tiempo después a través de una carta quedaron de encontrarse en Tijuana para entregarle un dinero con el que resolvería el trámite. La carta la envió con meses de anticipación a la fecha propuesta. Miguel se había comprometido a llevarlo en su auto. El Güero impaciente preguntaba cada vez que lo miraba cuánto faltaba para ir a Tijuana.
Un día Miguel fue a verlo, no lo encontró. Supo que otro amigo le había ofrecido llevarlo y dejarlo en Tijuana. Pasaron las semanas y no supieron nada de él. La “Nena”, la compañera del Güero iba a la casa de Miguel a preguntar por él, pero no hubo noticias.
Un día de febrero, mientras la familia de Miguel se disponía a ir al desfile principal de Carnaval, le dijeron que había llegado una carta, la tomó y la guardó, luego mientras salían llegó la Nena y unas parientes, muy arregladita para ir a las fiestas. En ese momento él leía la carta de la sobrina del Güero en donde le decía que su tío había muerto atropellado en Tijuana. Nunca se encontraron. El Güero llevaba la carta de la sobrina por eso la localizaron, la familia reclamó su cuerpo y lo sepultaron allá. Tenía casi noventa años. A la Nena nunca le dijeron lo que había pasado. Ese día de Carnaval, al verla tan arreglada, tan contenta, tan vieja, con sus ojos sonrientes y medio ausentes Miguel no supo cómo dar esa noticia. Todavía hoy se pregunta sí hizo lo correcto. Nunca supo más de ella.

…Ahora vuelve el sol a dejarnos.
La tarde se cansa,
descansa sobre el suelo, envejece.
Trenes distantes, voces, hasta campanas suenan.
Nada ha pasado.
(Sabines, Jaime. El llanto fracasado)

viernes, 10 de octubre de 2008

Buscando sentido

Llega el día y llega la hora de escribir y frente a la pantalla en blanco bailan frente a mis ojos las letras del alfabeto y las historias a las que puedo hacer referencia en sesenta y tantas líneas.
Miro a todas partes y en pedazos llegan los temas incompletos, fragmentados como llega día a día, hora a hora, la historia del mundo gracias a la rapidez de los medios electrónicos; y también gracias a criterios variados llegan trozos de vidas y acciones distantes acomodadas y ajustadas a espacios y políticas diversas según la empresa que maneje la información.
Como sea, nada en estos tiempos es completo, ni definitivo, ni siquiera plenamente cierto. Me refiero a lo que fluye en forma constante a través de pantallas o monitores.
Las informaciones generales hacen posible, quizá como siempre ha sucedido, que con ciertos datos se formen opiniones y conjeturas sin necesidad de ahondar mucho sobre los asuntos tratados. Trato de encontrar sentido.
La crisis económica que se vive a nivel internacional pareciera cosa de otros, piensa uno en los enormes capitales, los cuales ni siquiera se alcanza a saber dibujar en cifras y entonces entiende que los pocos pesos que se reciben en un salario semanal o en un depósito al banco quincenalmente no son parte de esa crisis que ocupa titulares en los diarios u horas de comentarios en el radio y la televisión.
Pero resulta que después de hacer la compra semanal de la despensa familiar el presupuesto se mira seriamente disminuido y se tienen que hacer entonces ajustes para decidir si el gasto de una prenda de vestir o el corte de pelo, por ejemplo, deberán de aplazarse para el siguiente pago o si los cereales de “antojo” para los niños tienen que dejarse de lado en los anaqueles del mercado porque el costo rebasa la cantidad que se dispone para ese fin.
En el país siguen las ejecuciones, lo mismo de jefes policíacos que de integrantes de grupos de delincuentes, da lo mismo, homicidios son homicidios, no estamos hablando de números fríos sino de hombres –en su mayoría- y mujeres con nombres, con vínculos familiares que debieran ser enfrentados a la justicia de las instituciones de otra manera que evitara el tránsito por los Semefos de todo el territorio nacional.
Por otra parte en conflictos añejos la dirigencia del SNTE ha encontrado en la disidencia magisterial y principalmente en las zonas rurales una resistencia para plegarse a los manejos arbitrarios, señalando las normales como inoperantes y haciendo llamados para buscar otra “ocupación” para quienes quieren ser profesores, se ha abonado al desprestigio oficialista con el que se abordan los problemas complejos de un sector siempre señalado como la causa no la consecuencia de los excesos y la corrupción imperante en su tratamiento. Con espots anunciando como si fuesen curas milagrosas para el acné o el sobrepeso, se pretende asegurar que las alianzas o las reformas educativas traerán mágicamente recursos, instalaciones, y programas de calidad que nos colocarán en condiciones de competencia internacional, pretenden desaparecer una realidad dolorosa que son las condiciones de pobreza, necesidad y corrupción con las que tienen que lidiar los profesores de una vasta zona de México.
El estado de Guerrero acaba de culminar la etapa de su proceso electoral estatal, si se entiende como un ensayo de lo que puede ser la elección llamada intermedia del año siguiente hay lecturas y mensajes para todos los actores en el escenario político electoral del país: el partido que gobierna desde Los Pinos se desdibuja en ese estado; el que gobierna el estado actualmente, se divide y debilita y el que se señalaba como la causa de todos los males y la razón del cambio, se fortalece.
En el Estado los diarios mencionan que después del informe del Gobernador, se mira afectado su índice de aceptación, ¡como si eso fuese lo más importante! El rechazo mostrado en encuestas se debe a que no se han visto las decisiones eficientes que controlen el avance de un estado de violencia que se ha extendido a todos los municipios bajacalifornianos. Se debe también a que la crisis esa que miramos aparentemente desde la distancia, nos llega a los tanques de gasolina, a la compra diaria, al acceso a los benefactores comunes que apenas hace poco podíamos tener.
La salud se resiente entre la ansiedad, la preocupación y la prisa. Un malestar común como un dolor estomacal o un resfriado requieren de levantarse antes del amanecer para ir a hacer fila y obtener un turno en la consulta diaria, perder toda la mañana y obtener al fin un antibiótico, un desinflamatorio, o una suspensión, de otro modo tendría que hacer el desembolso de quinientos pesos de la consulta con el médico particular y otros tantos del medicamento ¿qué trabajador tiene una reserva de mil pesos en cualquier día de la semana por un contratiempo menor de salud? Veo a los funcionarios de primer nivel y a personajes de esos que salen en sociales celebrando con vinos premiados y en lugares exclusivos, esperando la consulta del IMSS, ISSSTE o ISSSTECALI, o sea que el golpe al bolsillo de las crisis abstractas y lejanas sí se resiente donde más duele y finalmente lo que se nota en las gráficas de la aceptación de un gobernante tiene más que ver con la cruda realidad que con las señales del besito y la foto.
Y aún así, hay quienes confiamos en que un día se abrirán las grandes alamedas y caminará por ellas un hombre nuevo. Las utopías siguen sirviendo para continuar caminando. En una exacta foto del diario, señor ministro del imposible, Vi en plena risa y en plena euforia y en pleno gozo su rostro simple. Seré curiosa, señor ministro, ¿De qué se ríe?
¿De qué se ríe?...
(Benedetti, Mario. Seré Curioso)

jueves, 2 de octubre de 2008

¿Cómo decirles?

Hay analistas que inician en estos días sus columnas con una disculpa por el tono pesimista o quejumbroso de su escrito. Me corresponderá en este caso, primero, hacer una confesión y después enumerar mis mortificaciones.
Varias veces he mencionado el efecto perverso de las campañas de odio echadas a andar (con fines políticos) hace ya varios años obteniendo adeptos con enorme facilidad. El recurso fácil de denostar y señalar faltas, delitos y riesgos a partir de posibles decisiones electorales surtió efecto de diferentes maneras.
De la misma forma que se colocó a una masa desinformada en un papel de “eructar” (figuradamente) todo cuanto contenido negativo le hicieron engullir a través de todos los medios al alcance, se conformó otro sector quizá más documentado o con más recursos informativos para asimilar los contenidos diversos de la publicidad en tiempos electorales o no. Este grupo sin advertirlo ha generado una nueva forma de intolerancia con todo y ser promotores de la tolerancia en su más amplia expresión,
Me explico porque confieso que me encuentro en este grupo: no tengo paciencia para avanzar una lectura que inicia descalificando a los personajes que desea cuestionar o criticar; motes, sobrenombres o epítetos, desmerecen la posibilidad de comprender cualquier señalamiento como serio o fundado. No puedo continuar tranquilamente en el desarrollo de un programa de análisis cuando la premisa inicial se establece entre la distinción de “blancos y negros”, “civilizados y salvajes”, “limpios y sucios”.
Quisiera tener los recursos intelectuales, políticos, materiales y hasta sobrenaturales para explicar por ejemplo que los conflictos magisteriales del centro del país no tienen nada qué ver con los de este estado. ¿Cómo decir que el efecto más devastador de las divisiones entre el gremio magisterial es la apatía, el desconocimiento, la desinformación y la renuncia a defender el derecho ganado con años de historia en esta entidad para tener los beneficios que se fueron conquistando a través de discusiones, de luchas reales, de acuerdos y de avance en el bienestar de ese sector? ¿Cómo decirles a quienes se agrupan bajo diferentes siglas ahora que la noción de sindicato eficiente y defensor de los derechos de sus agremiados es superior a las lealtades personales a individuos de tránsito eventual por las dirigencias estatales? ¿Cómo explicar la vigencia del derecho social como legítimo instrumento de defensa frente a los embates de un estado patrón que ahora desconoce la validez y la presencia de un sector antes respetado y prestigiado?
¿Cómo comunicar que los gobiernos actuales nos han llenado de improvisados amigos de los amigos de los amigos, en cargos donde es importante una formación profesional, un poco de cultura y algo más de experiencia?
¿Cómo hacerle para superar el desdén con el que se refieren a cualquiera que no sea del mismo grupo o igual filiación política? ¿Cómo escuchar inmutable en lugares públicos las referencias a privilegios en gestiones que requieren mayor esfuerzo o complejidad para la mayoría de los ciudadanos y que algunos cuántos obtienen sin trámite de por medio?
¿Cómo decir que pertenecemos a los mismos espacios públicos y no somos disfuncionales aunque no juguemos en las “maquinitas tragamonedas” o tampoco tengamos amigas que hacen ahorros (cundinas) en dólares, ni acudamos a los mismos servicios religiosos? ¿Cómo demostrar que no somos un peligro para el país a pesar de entrar en a categoría de nacos por no tener pasaporte?
¿Cómo decir que una mujer poderosa gracias a las estructuras de control que se tejieron durante los gobiernos priistas y una vez confrontada la dirigencia de su partido, y de escenificar una lucha pública y penosa por el control del mismo durante el sexenio pasado, no se convierte en la figura ideal o limpia en un partido que en alianza con los gobiernos actuales es solamente un puente entre los miembros de un grupo político (o varios) hacia otro, sin enfrentar los costos del reclamo o el señalamiento por los actos a todas luces de travestismo?
¿Cómo hacer para que se entienda que quienes tienen a la líder vitalicia como símbolo de todos los abusos del corporativismo, y adjudican su pertenencia a un partido como prueba de su descomposición, la abriguen en su seno y se haya reforzado su poder gracias a los servicios electorales que brinda de elección a elección?
Y ¿cómo decir que basta con informarse, con ir más allá de los titulares para conocer las realidades de los profesores, de las escuelas, pero sobre todo de la educación? ¿Cómo?

…Si acaso el ángel sigiloso
abriera la ventana
te miraría salir interminablemente
como un tiempo cansado
hacia su sombra vuelto,
como quien frente al mundo se pregunta:
"¿En qué lugar está mi soledad?”
(Chumacero, Ali. Muerte del Hombre)

jueves, 25 de septiembre de 2008

Un gran abrazo

Hay mañanas que desde que suena el despertador quisiera encargarle el mundo a alguien de confianza.
Pasan de las seis de la mañana y pienso en una vida larga de despertares apresurados para prepararse para la escuela por años, después para enviar al esposo al trabajo, enseguida para asistir al propio empleo y al del marido, se le agregan más tarde los hijos y sus desvelos y así se suman los años y los amaneceres antes de que es sol llegue.
El entusiasmo o el gusto con que se enfrenta el día ha variado según la edad, el motivo de la madrugada o la fecha (en días de pago todo se aligera).
Están en la memoria los días fríos en que se prepara a un familiar enfermo para acudir a exámenes de laboratorio o a consulta. Esas horas pareciera que se cargan de una pesadez distinta. La sombra de la incertidumbre espesa el silencio mientras viaja uno hacia la clínica o el consultorio.
¡Qué ganas de encontrar esos días un sustituto o sustituta para hacerle el encargo! Sin dudarlo pediría a la persona designada para el trabajo que cuidara, apoyara y brindara a nuestro familiar todo el calor que en algunas mañanas pareciera faltarle a uno.
El sueño le duele a uno en los párpados y el frío del alba se posa inclemente en las coyunturas de los tobillos y rodillas.
El día de cualquier manera, sigue su curso. En medio de la neblina espesa del temprano otoño siento al caminar de un lugar a otro de la casa un malestar causado por la cantidad enorme de fallecidos cada día a lo largo del país, abatidos por la violencia que parece enseñorearse de todo el territorio nacional. Lastima que se encuentre uno acostumbrándose a esa nota informativa, duele que los nombres, edades o sexo de las víctimas no le cause a uno ni siquiera curiosidad mucho menos indignación.
Estirando la colcha, mientras el despertador deja escuchar los acordes de una melodía alegre, se cubre uno la cabeza y puede imaginar los titulares de los diarios locales o nacionales con notas que no logran ni siquiera levantar las cejas: que ocupamos un lugar muy bajo en el terreno de transparencia, o sea que somos corruptos reconocidos, que la canasta básica seguirá aumentando, que los precios de los combustibles se elevarán cualquier día como ha venido ocurriendo, que aparecieron decapitados un X número de cadáveres, que las comisiones de la Cámara de Diputados deciden que los casos de denuncias por corrupción del sexenio anterior deben cerrarse por falta de pruebas, que los fondos de retiro de algún sindicato han desaparecido.
Se siente a veces un cansancio grande y no logra entender si es uno o es algo más allá lo que provoca una punzada en el corazón.
El tiempo pareciera comerse día a día los entusiasmos con los que observa el paso del tiempo. La mañana transcurre con tanta velocidad que apenas se alcanza a realizar el trabajo rutinario, a la hora que busca uno un tiempo para leer un poco o tal vez escribir, le cae encima el reloj marcando una tarea inaplazable para seguir con la vida doméstica.
¿A quién pedirle entonces que cuide del bienestar de nuestras familias? ¿En quién confiar para garantizar la seguridad de las calles, las escuelas, los espacios públicos?
Hoy quisiera quedarme hecha ovillo entre las sábanas y soñar que nunca he escuchado las historias sórdidas y tristes en que viven los niños en las colonias de la periferia de la ciudad, quisiera imaginar que al llegar a las escuelas todos los alumnos han dormido bien y tomaron alimentos antes de salir de sus casas. Hoy quiero olvidar que el flagelo de las adicciones es la salida más a la mano de jóvenes adolescentes y adultos jóvenes allí donde faltan los empleos y las opciones de ocupación remunerada.
En días así me faltan recursos, imaginación y optimismo porque la realidad rebasa mis anhelos poéticos y mi vocación literaria.
Y quisiera tomar en mis brazos adoloridos a todos los seres posibles y brindarles en un abrazo un poco de calor y una pizca de esperanza para encontrar la fuerza necesaria para iniciar el día, uno a uno.

Te quiero cada lunes con el alba
antes de ver el día
entre el canto diverso del cenzontle
y el discreto bostezo de los gatos

tu rostro se apresura
llega antes del sol
los ojos se me llena con tu imagen
me invade tu calor
y algún lugar impreciso de mi cuerpo
al evocarte
duele.

martes, 23 de septiembre de 2008

Llega el otoño

Apenas se asoman los números del calendario pero aún sin verlos el suave viento de la mañana trae el aroma a hojas secas y el paisaje se llena de dorados, naranjas y verdes secos.

Llega el otoño, reúne entonces uno el ánimo de la estación que termina y pasa la mano, como por una tela tersa, a los recuerdos que este año ha ido dejando.

De manera natural empieza la despedida al 2008, se preparan los eventos que restan con entusiasmo seguro: algunos cumpleaños y el efervescente bullicio con el que finalmente celebraremos que los ciclos se cierren, los plazos se cumplan y nosotros sigamos contando...

lunes, 22 de septiembre de 2008

Un extraño enemigo

Hay días en que parece uno completamente perdido de su centro. Como en juego de esas cajitas con balines que deben caer en un pequeño hueco dispuesto para ese fin, movemos y movemos la pequeña circunferencia buscando que la pieza caiga por sí misma en su lugar y no lo logramos. Si la pequeña canica fuese el “yo” y el punto horadado el “yo mismo”, de plano reconocería que hay días en que no me encuentro.
Aquí surgen las buenas y las malas noticias: una, que no estoy sola, ese estado es compartido con muchos otros habitantes del país y otra, que eso no es remedio de nada.
El tema de la violencia desatada en todos los lugares del territorio nacional sobrepasa el análisis simple o la mirada general de cualquier opinión más o menos preocupada.
Las conversaciones entre quienes tienen uno o dos datos documentados giran alrededor de la falta de control de las autoridades correspondientes.
Ya sea por una de las versiones que dicen que “antes” -y aquí no sé bien a qué “antes” se refieren si tenemos ya varios sexenios estatales con el mismo tipo de gobierno, o si el “antes” es federal y entonces estaremos hablando de menos tiempo- la autoridad se entendía con los líderes de la delincuencia y éstos respondían con control sobre las acciones en determinadas áreas. O bien las otras versiones que dicen que en la lucha contra el crimen organizado no se diseñaron estrategias para afectar de manera inteligente los cotos de poder de los diferentes grupos del hampa, dando como resultado que el descabezamiento indiscriminado haya dejado en la libre a mandos secundarios que arremeten contra los adversarios del mercado sin detenerse en la población que afectan y sin código alguno al que se pueda apelar para llegar a acuerdos.
Porque llegado el caso o se aniquila al delincuente como los tiempos de Elliot Ness o se busca la forma de encontrar puntos donde el resultado sea una efectiva disminución de la violencia presente ya en cualquier ciudad, barrio, camino, establecimiento o evento.
Querer encontrarle sentido político a todo buscando destinatarios en un efecto de juego de billar resulta en ocasiones un ejercicio para distraer del punto urgente a resolver: la ola sangrienta de atentados, ejecuciones o secuestros.
Explicar que las luchas son entre los mismos delincuentes no alivia ni responde al reclamo del ciudadano que exige seguridad.
Lo punzante, lo grosero es la aparente facilidad con que se arremete en sitios impensables hasta hace poco tiempo y lo peor aún son los discursos con los que se pretende responder a un sector delincuencial a quien los dichos de los políticos o los funcionarios no les hacen ni cosquillas, porque además ni los miran, ni los oyen.
De los atentados en Morelia ¿qué sigue?: minutos de silencio, becas para huérfanos, pensiones modestas para viudas, gastos de funerales, fotos, flashes, caras de circunstancia, golpeteo político para el gobernador perredista, declaraciones de las damas de blanco encargadas de la protesta nacional organizada, y horas en noticieros dando los pormenores del lugar en donde cayeron las modestas prendas de vestir de una de las heridos.
Por lo pronto, se quedan atrás las víctimas de los sucesos en el Estado de México o en cualquier otro estado. Pero eso no sería lo más grave, los que se van quedando en el olvido son los verdaderos responsables de estos homicidios, y detrás de ellos todos aquellos encargados de procurar justicia, los mismos que cuando le llegan de cerca los señalamientos solamente los cambian de puesto o se les quita del escaparate.
Pero no tenemos que extender la mirada a otras latitudes, basta conocer lo que ha sucedido en Tijuana donde aún los acontecimientos son tan recientes que no se puede abordar el tema con la suficiente objetividad, baste señalar que la sobrepoblación de los centros penitenciarios y el caos producido por la aglomeración indistinta de prisioneros en diferentes etapas de sus procesos correspondientes provocan que el asunto de unos se convierta en problema de todos y el estallido abarque a los familiares desesperados por la suerte de los suyos, recluidos y por el momento atrapados en un conflicto de grandes dimensiones.
Cuando los marcos institucionales se miran rebasado o destruidos por los conflictos no queda más que reconocer la necesidad de acudir a otras instancias para manejar las soluciones que aunque calificadas de urgentes siempre llegarán tarde. Y es ahí cuando la sociedad se vuelve herida en busca de las respuestas, pero además de lastimada también reacciona violentada, y con razón.
Mientras el responsable de los sucesos en Michoacán aguardaba el último viva México el país entero sigue esperando que alguien declare formalmente que el crimen organizado o no, es el extraño enemigo y reconozca que hace tiempo profana con su planta el suelo de nuestros barrios, colonias y ciudades. El territorio de nuestra seguridad se mira invadido por un estado zozobra e inquietud permanente y como ciudadanos solamente esperamos que se respete nuestro derecho a un pedazo de tranquilidad y paz.


…frente a la tarde de salitre y piedraarmada de navajas invisiblesuna roja escritura indescifrableescribes en mi piel y esas heridascomo un traje de llamas me recubren,ardo sin consumirme, busco el aguay en tus ojos no hay agua, son de piedra…(Paz. Octavio. Piedra de Sol)

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Mal y de malas

Me levanto con dos tareas en mente: preparar a mi nieto para la escuela y atender un asunto en el banco.
Son las 6.45 de la mañana, me doy otros diez minutos de "gracia", parpadeo y ya ¡pasaron!
Acudiré también a desayunar con un amigo.
Por costumbre abro mi correo electrónico, miro mis mensajes, hay uno que me deja con las cejas levantadas en un arco más pronunciado al ya exagerado que mantengo siempre.
Escribo unas líneas y corro a preparar desayuno para el niño. Sigo de memoria los datos de mi lectura veloz ataviada con mi "traje para desayunar un martes de septiembre", muevo trastos y sirvo platos, en una de esas, la manga de mi suéter lila de cashmir (así se me antoja escribirlo) se impregna del residuo de café acumulado en la base de la cafetera, no hago dramas (además ni quién vea), lavo el extremo de la prenda y lo seco con una toalla de papel.
Cumplo con mi trabajo, dejo al niño y corro a cepillarme lo dientes, en eso estoy cuando se escapa un poco de pasta dental sobre mi pecho, ¡en el mismo suéter!, limpio de nuevo, no hay dramas, salgo corriendo, voy hacia al auto, olvido las llaves, regreso y al salir de nuevo tropiezo con el sillón y me golpeo la pierna, duele horrores, pero sigo adelante.
Después, en el café a la hora de tomar el desayuno junto a mi apetitoso croissant de huevo con jamón, me ofrecen un chile güerito, tomo el tenedor y el cuchillo y al tratar de cortarlo explota en mi mano y hacia mi cara el vinagre picante.
Son apenas las 9 de la mañana y ¡quiero llorar!

martes, 19 de agosto de 2008

Unos y “otros”

En la interminable discusión acerca del concepto de una sociedad dividida en clases quedan insertos aspectos que por sí solos parecieran validar la postura de quienes pensamos que esa seguirá siendo la característica de las asociaciones humanas en una determinada comunidad. De ahí pues surge de nuevo la más reciente discusión que divide, sin ser antagónica, a la sociedad mexicana.
El más reciente caso de la agresión fatal hecha a un miembro de una familia de reconocido nombre y presencia en la comunidad empresarial capitalina, ha causado de nuevo la polarización manejada desde los medios en acciones evidentemente concertadas con los gobiernos federal y local.
No imagino a ningún miembro de cualquier estrato de la sociedad mexicana congratulándose por estos hechos delictivos, pero la manera de plantear el enojo y la protesta desde las pantallas y los micrófonos oficialistas pareciera conducir la molestia en diferentes grados de aparente aceptación.
Desde la declaración de que habían agredido a “uno de los nuestros” empiezan a darse los distanciamientos ¿y los otros? ¿los que se cuentan por decenas y día a día se agregan a la suma sin fin en el país? ¿Esos de quiénes son? Quienes mueren asaltados en cualquier calle, los violentados por cantidades de dinero mínimas y arrojados en cualquier paraje solitario del inmenso territorio nacional ¿a quiénes indignan? Hay casos simbólicos y emblemáticos, este parece ser uno de ellos ¿servirá el tema para mejorar las condiciones en que se siguen las investigaciones en los casos de los caídos en su paso hacia las ciudades fronterizas y cuyos nombres y orígenes son desconocidos?
Porque es indudable que si no nos sentimos identificados con “los nuestros” de élite victimados en esta ocasión, tendremos que reconocer que somos “los otros”, los sin nombre y sin casta.
Se anuncia una marcha contra a inseguridad, la promueven quienes en 2004 llamaron a manifestarse públicamente con el mismo tema.
Dice Gómez Leyva en un programa de televisión: “asistirá lo mejor de la sociedad mexicana” ¿¿¿¿¿¿?????? ¿Quién reparte los grados de calidad? Me pregunto.
Entonces estamos ante una manifestación aceptable, correcta y justa ¿y las demás? ¿Las de las personas de los pies resecos, delantal y morral al hombro?
No se malentienda, manifestarse en demanda de garantías para la protección y la seguridad de la ciudadanía es una razón de suma importancia. Lo que no debe perderse de vista es que el recurso de tomar las calles para elevar una protesta es una acción a la que se llega cuando las instancias y las vías institucionales designadas han dejado de dar respuesta y además no se debe olvidar tampoco que es una medida a la que tiene derecho cualquier grupo que considere que las demás formas de ser escuchado se han agotado o han sido rebasadas por el problema señalado. Llegado a este punto el tema puede variar, desde la solidaridad contra las injusticias en el caso de los derechos de una periodista perseguida y agraviada por denunciar abusos de la autoridad, los familiares de los trabajadores muertos en una mina, o las inconformidades de un amplio grupo de ciudadanos expresándose públicamente después de un conflicto electoral importante.
“Lo mejor de la sociedad” será, es, en todo caso, todos aquellos ciudadanos, hombres y mujeres que haciendo uso de su derecho a manifestarse y respetando los derechos de los demás hagan uso de la vía pública para llamar la atención de las autoridades correspondientes a fin de encontrar respuestas satisfactorias a sus demandas. Ni más, ni menos.

Comentarios olímpicos

Con la fiebre de los juegos olímpicos hay quienes se convierten en especialistas de casi tres semanas ubicados en el sillón de su sala para apreciar y valorar el desempeño de todos los deportistas en competencia.
Cada uno observa y toma según sus inclinaciones deportivas a los comentaristas y las disciplinas de su predilección.

Llama mi atención la sinceridad, sencillez y honestidad con que Soraya Jiménez, medallistas olímpica mexicana y hoy comentarista especializada en halterofilia cuando le preguntan hace varios días su opinión acerca de las participantes mexicanas: ¿Qué posibilidades les miras? –Preguntan- ella contesta: Ninguna, están en un grupo donde no hay posibilidades, él otro grupo es el fuerte y las cifras que manejamos no dan para mejores pronósticos. Punto.
Creo que no tendrá la ex medallista mucho futuro como comentarista deportiva pero respuestas así dan clara la medida del papel que se va a hacer a estos eventos en donde de repente nos topamos, como en el caso del ciclista con que el uniforme no era el más adecuado y tuvo que utilizar uno no autorizado por la delegación con la condición que cubriera el logotipo de la marca ajena a la oficial. Luego viene un debate insensato acerca del logo, del parche, de los colores y bla, bla, bla.


…Mientras llega la hora señalada,
el brote guardo, cuido del injerto,
el tallo alzo de la flor amada,
arranco la cizaña de mi huerto,
y cuando suelte el puño del azada
sin preguntarlo me daréis por muerto.

(Reyes, Alfonso. La señal funesta)

lunes, 11 de agosto de 2008

Sin novedad

De las muchas consecuencias de los resultados electorales federales se han desprendido múltiples reacciones que bien pueden aprovecharse para analizar o reflexionar sobre muchos de los aspectos que se hicieron relevantes a raíz de toda esta experiencia. Tenemos, por ejemplo, el papel de los medios, sobre todo los electrónicos y el amplio espacio que le dieron, previo pago, claro, a las campañas de miedo, desprestigio y advertencia acerca de los peligros que entrañaba las opciones distintas a quien patrocinaba la publicidad en cuestión. Pero eso fue solamente un aspecto, fuimos testigos de la manera en que los comunicadores se convirtieron en jueces y promotores al servicio de una causa oficialista que desechó a ultranza más opinión o datos que no fuesen los que sostenían una sola versión de los hechos. Si bien algunas voces discordantes fueron “invitadas”, solamente sirvieron de elementos para controvertir y reafirmar la decisión única. Fueron tiempos de buscar información y solamente encontramos una misma voz y un tono de intolerancia y hasta burla para quienes buscamos elementos de juicio diversos a fin de conformar una opinión documentada.
Resultado: muchos dejamos de ver y escuchar noticieros, medida que trajo un poco de aire fresco y renovado a las visiones viciadas y saturadas de los mismos argumentos y el manejo de las mismas cifras sin alternativas y sin explicaciones.
Entre quienes argumentaban triunfos de una u otra parte, quedamos los que con justicia y razones abrigamos dudas que no pudieron ser despejadas de manera satisfactoria.
Un sector amplio de consumidores serios de información nos quedamos refugiados en la lectura de los diarios nacionales de manera directa o a través del Internet y desarrollamos un poco más nuestras posibilidades críticas y valorativas para elegir nuestras fuentes y llegar a nuestras propias conclusiones.
Vivir sin noticieros ha sido una de las mejores medidas que llegaron después del 2006 y eso no significa vivir sin información, solamente que ya no son los señores de los nombres conocidos y las caras inefables las que invaden nuestros espacios familiares para decirnos la “verdad de la verdad”.
Por otra parte, nos topamos con una oposición (en donde hemos encontrado coincidencias) que por alguna razón -que todavía no puedo analizar con todos sus elementos- dejó de manera estruendosa, la vocación crítica, analítica y de alternativa que para otras experiencias tuvo: la capacidad de salir, previa revisión y consideración con posiciones congruentes, inteligentes y justas a defender con argumentos y razones los principios y valores de una determinada postura.
La historia da la razón pero para ello hay que armarse de todo aquello que apuntale la búsqueda de las vías para seguir avanzando.
De repente se encuentra uno con los rostros ajados por el tiempo y los cuerpos rellenos de las satisfacciones personales que han permitido que grupos reducidos de personajes conocidos giren en el carrusel de las posiciones electorales, esas mismas que se aseguran en listas de representaciones proporcionales porque los riesgos de las elecciones directas los corren otros.
Con el tiempo se deja de sostener el apoyo a personajes locales o nacionales cuyas trayectorias desde 1979 solamente la miramos reflejada en los anales de los congresos estatales o el de la Unión en puestos pendulares que oscilan entre el cargo de dizque representación popular o el otro como funcionario de administraciones “amigas”.
Los tiempos románticos de la participación desinteresada en donde se comprometieron la vida de familias completas quedó muy lejos, las canciones combativas latinoamericanas y los himnos heroicos de luchas sociales de otras latitudes son cosa de pasados tan remotos como ajenos a la propia imagen del entonces prócer.
Y no es que no se entiendan que las nuevas posibilidades construidas por la participación de todas las expresiones de la izquierda en sus diferentes organizaciones obligaron a nuevas formas de relacionarse sino lo que punza es la enorme distancia que media entre el mismo hombre, de quien conocemos el nombre y trayectoria se convierta de pronto en un auspiciador de políticas que en otro tiempo con su misma voz y la elocuencia y claridad que aún mantiene, rebatió con validez y valor.
La nómina oficial al parecer, merma el espíritu de quienes compartieron el escaso pan, el mucho ánimo y el enorme espíritu para salir a construir vías por donde caminaríamos brazo a brazo por un rumbo nuevo.

…Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos...

(Neruda, Pablo. Poema 20)

Los males del alma

Nada más difícil que reconocer, atender y comprender a personas con algún desorden mental o algún padecimiento siquiátrico. Hablo principalmente entre quienes conforman el primer círculo del enfermo. Para detectar que ciertas conductas no son producto de un mal carácter, una adicción o verdadera malcriadez pasa tiempo valioso para la atención de dichos desórdenes. Porque como todos los males la detección temprana posibilita la construcción de estrategias médicas y de manejo familiar que permitan la integración del enfermo a una vida con ciertas características de normalidad.
Aquí no estamos hablando del sentido filosófico de los estándares asumidos como “normales” y tampoco cuestionamos los criterios con los que al resto nos dan el título de sanos o funcionales.
No es mi propósito criticar dichos conceptos sino tratar de entender la manera en que una persona con conductas alteradas pueda funcionar dentro de su grupo familiar primero y de un entorno social después.
La dificultad principal del paciente radica en su división o ruptura entre sus pensamientos y la realidad. Esa escisión impide una relación organizada entre sus ideas y sus acciones y también una alteración emotiva que no obedece a ninguna lógica: lo mismo está eufórica, alegre y radiante, que enojada, violenta o triste y deprimida.
La atención personal cercana en el entorno familiar ayuda a identificar ciertos síntomas para ser atendidos por el médico especialista. De ahí se seguirán una serie de valoraciones y medicaciones que llevarán como finalidad lograr una cierta estabilidad en los estados de ánimo y de conducta del enfermo.
Pero, y este es un PERO con mayúsculas, esto sucede temprano o tarde en grupos socioculturales con información y costumbre de acudir a los médicos para buscar apoyo en todo lo que se refiere a salud.
Hay otros grupos donde la atención llega muy tarde o se busca asesoría hasta que el paciente presenta problemas críticos para funcionar o cuando se ha provocado algún problema de relaciones por estos comportamientos inexplicables.
A pesar de lo avanzado de la medicina en este y otros campos, todavía se funciona en nuestra sociedad con patrones atrasados y vivimos entre comportamientos que estigmatizan y esconden el hecho de que algún miembro de la familia padezca algún desorden mental.
Eso por una parte, por otra, está la dificultad para llevarle el ritmo a un enfermo siquiátrico en lo que se refiere a cambio de conductas y a la vigilancia sobre la puntualidad para seguir las indicaciones médicas.


A la vuelta de poco tiempo, dos o tres años, la familia inmediata se cansa, la oscilación en que se viven los momentos críticos provoca un desgaste que deteriora las relaciones entre quienes debieran ser los cuidadores o acompañantes.
Hay un faltante muy grande de instituciones dedicadas a las atenciones del enfermo mental públicas y privadas. Se tiende a poner en un mismo lugar a pacientes con patologías o desórdenes de diferentes tipos de tratamientos: lo mismo un adicto en recuperación, un demente, que un bipolar, al final unos adquieren los perfiles de los otros compañeros de hospital.
Por si fuera poco los cuerpos de seguridad pública no son instruidos para el manejo de personas enfermas al grado de que cuando se encuentran frente a un problema ocasionado por un enfermo en crisis, si este se encuentra solo y nadie aclara el tipo de problema que padece, se le trata como un individuo intoxicado con resultados registrados como lamentables y hasta trágicos, tenemos ejemplo en la localidad.
Este es todo un planteamiento sin alternativas sugeridas, la sensibilidad y nuestro nivel de conciencia respecto a las condiciones de este grupo de la sociedad tendría que orientarnos hacia la información más útil para poder comprender en general el problema de salud que representa este padecimiento y en particular, si fuera el caso, para conocer más a fondo las opciones para el tratamiento profesional.
Lamentablemente la precariedad de las opciones no da para más.
…Ése es el fruto que del tiempo es dueño;
en él la entraña su pavor, su sueño
y su labor termina.
El sabor que destila la tiniebla
es el propio sentido, que otros puebla
y el futuro domina.
(Cuesta, Jorge, Canto a un dios mineral)

Historia con varios finales

En las últimas seis semanas aproximadamente, he recibido la noticia de la muerte de alguna persona conocida. Los fallecimientos suceden con la frecuencia estadística establecida por los datos recibidos del Registro Civil, lo que llama mi atención es que sean personajes con los que tuve algún tipo de amistad, relación o convivencia social y cuyas vidas han llegado a su fin justamente en estos días soleados de verano.
La edad de uno hace -de manera natural- más frecuente el hecho de las pérdidas por defunción de amigos y conocidos.
En los casos recientes es curioso el dato de que todos los fallecimientos correspondan a varones. Hace poco asistí a un gabinete de radiología y llamó mi atención el hecho de que todos los solicitantes de servicios fuesen mujeres, me pregunté entonces si sería que somos más enfermizas o más cuidadosas para atender nuestras molestias. No lo sé.
Entiendo que al hombre le resulte más intimidante la visita al médico. Hay algo de rendición al hecho de ponerse en manos de otros exponiendo el lado más vulnerable, por otra parte las mujeres, dado nuestro papel reproductor, nos vemos desde temprana edad en la necesidad de acudir al profesionista para auxiliarnos en nuestra misión de conservadoras activas de la especie.
La experiencia desde jóvenes de cuidar ciertos aspectos de la salud es, sin duda, una razón para que los consultorios privados se encuentren llenos de mujeres al igual que las consultas de los institutos de salud pública, aunque al final de la semana los fallecimientos, de conocidos al menos, sean mayormente de hombres.

Por otra parte

Por otra parte me encuentro de manera regular con un grupo de personas cuya mayoría rebasa las seis o siete décadas de edad, principalmente hombres, que cultivan el gusto por la música, conversación y el brindis en un lugar donde el verano se hace llevadero y el encuentro con amigos es un evento para celebrar.
La charla gira en torno a tareas propias del campo, al recuento de las novedades acumuladas durante la semana y claro a los achaques propios de los cuerpos cargados de años. Todo se escucha menos grave o serio de lo que pudiera ser, se mencionan los medicamentos contra la hipertensión y el diclofenaco es un término que causa risa sólo se nombra cuando alguno de los asistentes muestra dificultad para levantarse de su asiento. Nada suena preocupante, las risas por los males propios y ajenos son tema de broma y guasa. Ahí el diabético sin vista dice que no puede tomar porque viene manejando su auto y quien usa muletas o silla de ruedas señala que no va a bailar porque no tiene permiso.
De pronto un domingo de julio la tarde toma otro rumbo, la música abandona los boleros y corridos y se desliza hacia espacios de sentimientos profundos y lejanos. El violín toca notas vibrantes de un vals que obligan a ser seguidas con una silenciosa atención, casi reverente, de todos los asistentes. Al percibir este instante recorro la mirada para advertir que el crepúsculo incendia el horizonte y a través de las ramas de los eucaliptos el día se despide arrullado por un viento suave que mece las hojas de los árboles. Descubro con sorpresa que alguno de los rancheros presentes ha clavado el rostro en su pecho y lágrimas emocionadas surcan su rostro.
Es un instante, solamente uno o dos minutos después la magia se esfuma, nos miramos sonrientes y buscamos una canción para cantar a coro “…Si tuviera cuatro vidas…”
Total, unos hacen turno en el consultorio del médico y otros se van a El Tule a cantar mientras la vida dure y así cada cual elige la forma de despedir su historia.

Tengo tanto sentimiento
que es frecuente persuadirme
de que soy sentimental,
mas reconozco, al medirme,
que todo esto es pensamiento
que yo no sentí al final.

Tenemos, quienes vivimos,
una vida que es vivida
y otra vida que es pensada,
y la única en que existimos
es la que está dividida
entre la cierta y la errada.

Mas a cuál de verdadera
o errada el nombre conviene
nadie lo sabrá explicar;
y vivimos de manera
que la vida que uno tiene
es la que él se ha de pensar.

(Pessoa, Fernando. Tengo tanto sentimiento)

viernes, 18 de julio de 2008

Símbolos de identidad

Dondequiera que haya un evento internacional en que se registre la participación de mexicanos la audiencia toma, sin más, partido por los connacionales. Los encuentros deportivos sin importar nivel o categoría tienen en nuestro país todo el apoyo de la tele audiencia.
Resulta comprensible sentirse representado por los paisanos que ondean la bandera nacional y entonan nuestro himno en tierras lejanas.
Otro tanto sucede con los Juegos Olímpicos, el esfuerzo de los participantes y la contienda frente a representantes de otros países con más recursos, mayor tradición en algunas disciplinas y mejores posibilidades estadísticas, merecen toda nuestra simpatía y entusiasmo aunque al final los resultados sean el retrato de siempre en una realidad conocida de todos.
El asunto de los concursos de belleza es algo diferente. Desde el triunfo de una mexicana como Miss Universo no ha habido forma de lograr una experiencia semejante. Aquí los criterios son distintos y los intereses también, las valoraciones estéticas tienen un carga de subjetividad natural y no hay parámetros fijos por los cuales se pueda medir, la belleza, el encanto, la gracia o la elegancia de una persona.
La participante tampoco tiene claro cuáles son los atributos que en su momento van a calificar los jueces, así es que se exhiben en las pasarelas con lo mejor que tienen de sí mismas: su belleza física, simpatía y preparación.
En el caso de la representante mexicana, ésta llegó asesorada por un grupo de personas que pretenden repetir el gran triunfo de Lupita Jones… pareciera que buscan clones de la ex miss universo mexicana para crear el mismo efecto en quienes evaluarán las cualidades de la concursante nacional.
Pero resulta que hay aspectos que vienen desde una identidad diferente, rasgos en la personalidad que tienen que ver con una educación, un entorno, una manera de ver la vida que se refleja hasta en la forma de caminar, de mirar y sonreír, eso no lo enseña nadie, eso no se imita o aprende.
Por otro lado, las condiciones internacionales que prevalecían en 1991 han cambiado como es natural y los criterios para considerar la belleza son también diferentes.
Los trajes de baño muestran más piel, las cirugías estéticas son aceptadas, por alguna razón se piensa que entre más alta sea la concursante más oportunidad tendrá de triunfar, en fin, no llega uno a saber a ciencia cierta si lo que se valora es la representatividad de la belleza según su lugar de origen o si se busca la estandarización de los conceptos estéticos.

El modelo Barbie parece prevalecer: las piernas largas, el cabello largo también (ya nadie se atreve a lucirlo corto) y las proporciones ideales, olvidando que la muñeca en cuestión está hecha de plástico, hay elementos que se escapan a estos cánones.
Ahora resulta que el atuendo final le valió a la mexicana la pérdida del ansiado triunfo, eligió mal dicen, no se vistió como una reina de belleza y entonces ¿quién la asesoró en ese aspecto? que los zapatos le quedaban chicos y los dedos rebasaban el frente y quedaban sobrados ¿quién tenía que cuidar esto? ¿Pero qué pasa con el criterio de la misma participante? ¿O es un concurso donde la chica proyecta sus gustos, educación y preferencia o solamente es el maniquí portador de criterios diferentes de un “equipo” que todavía sigue bajo la sombra del 91 y la influencia de un personaje que en aquel tiempo mostró una personalidad, educación y un rostro congruente con la mujer moderna mexicana? Hasta tenía el nombre perfecto para levantarlo en el extranjero como bandera mexicana.
En este tema no veo la trascendencia como país para ganar o no. La mujer mexicana es bella de diferentes maneras y en el país hay de todo, aunque se mida la mitad de la estatura de la concursante internacional y se tengan medidas en diferente orden, la belleza de nuestras amigas, hermanas, madres o hijas bien merecen el reconocimiento diario de propios y extraños.
Por fortuna la patria no tiene la cara de la Maestra Líder a Perpetuidad, ni la voz de letanía de la Secretaria de Educación, o las ocurrencias de una secretaria de oficina convertida en Secretaria de Estado o encargada de asuntos nacionales importantes, la cultura de una ex primera dama o el vocabulario de la ex responsable de los asuntos indígenas, ni la imagen voluminosa de Ninel que pareciera no resistir la prueba de un pinchazo, el sobrepeso de la Presidenta de un Partido Político, ni siquiera el semblante adusto de la Secretaria de Energía –tan de moda hoy día.
Hay rostros amables, suaves, voces inteligentes, rostros bellos, figuras atractivas estéticamente equilibradas en periodistas, maestras, funcionarias, intelectuales, mujeres comunes: la profesora, la empleada del banco, una vecina, una amiga o un familiar.

El certamen de belleza ya pasó, fue cosa de unos días y de unas horas finales. Nuestras bellezas resisten la prueba diaria de enfrentar un mundo real en donde su presencia siempre deja el sabor a triunfo nacional.

…tienes vibración de sonatina pasional,
tienes el perfume de un naranjo en flor,
el altivo porte de una majestad…
(Lara, Agustín.Mujer)

jueves, 10 de julio de 2008

La difícil tarea de hablar claro

¿Por qué no haces unos tamalitos para la cena? Pregunta un esposo. Lo que sigue son las diferentes opciones de reacciones y respuestas a esta pregunta –porque es pregunta:

1) la mujer dice que está bien, que hará eso de cena

2) se queja de que es mucho trabajo y no hay ayuda

3) sugiere que compren ya preparado lo que él desea

4) contesta tal como le plantea el marido la pregunta.

Porque en este mundo cotidiano de las cosas sobreentendidas ni el esposo dice lo que quiere decir ni ella responde generalmente lo que la otra persona plantea. En este ejemplo tenemos que al hombre no le interesa realmente las razones para que la señora no haga lo que él quisiera cenar sino que desea que ella haga lo que a él se le antoja, y ella no contesta lo que quiere decir porque a partir de la primera propuesta ambigua le siguen una serie de suposiciones cuya responsabilidad nadie asume.

La pregunta más cierta sería ¿quieres hacer esto para la cena? Ella contestaría sí o no y tal vez matizaría con alguna explicación agregada. Fin de la historia. Todo lo demás es ese juego vicioso de manipular las reacciones o las respuestas según el planteamiento impreciso.

Los mexicanos somos conocidos por otros hispanoamericanos por la forma difusa de decir las cosas: el “a ver cuándo nos vemos” o “hay que juntarnos un día de estos” no son formas de establecer un compromiso para encontrarse con alguien, es la mera expresión de un deseo o una intención. “Luego te hablo” no es tampoco un acuerdo, ni define hora o día.

Recuerdo a un pretendiente de mis tiempos de juventud, se despedía a la una de la tarde de la oficina donde trabajábamos diciéndome “enseguidita vengo”, entendiendo eso como algo breve e inmediato lo esperaba, una, dos o más horas en vano, luego aparecía a las seis como si nada, al señalarle la descortesía y molestia por haberme dejado esperando respondía “te dije que luego venía”.

Hasta en las canciones dicen los refranes populares “nomás me dice que sí pero no me dice cuándo”.

La incertidumbre como destino cotidiano deja un sabor amargo en el ánimo, porque resulta que un día con tantas imprecisiones acumuladas y a pesar de todo lo que no sabemos ni cómo o cuándo va a suceder, los plazos se cumplen, los ciclos terminan y las fechas se cierran, entonces el “un día…” llega, y nos encontramos de cara frente a las consecuencias del olvido, del aplazamiento o la desidia; el proyecto ideal para los hijos o del compañero o compañera no se realizó, y el evento importante pasó de largo sin notarlo, o el ánimo y el cuerpo no lo desean más, el entusiasmo o las simples ganas de hacer algo no existen más; lo que queríamos como alguna vez lo soñamos es pasado.

El tiempo pasa y se lleva día a día las posibilidades enormes que cada mañana plantea y cada noche cancela.

Hablar claro, decir lo que realmente deseamos expresar, hacer las preguntas y aceptar las respuestas, decir sí o no y atenernos a las consecuencias es tarea de compromiso con ese personaje que se llama “yo mismo” en la tarea de delinearlo primero en sus contornos y darle volumen después con la solidez de nuestras convicciones, preferencias y deseos, entendiendo que hay tiempo de buscar y tiempo de encontrar y que a muchos nos toca ya la sola acción de ser congruentes con ese hombre o mujer que deseamos ser y asumir de manera convencida que el tiempo de jugar a “encontrarnos” pertenece ahora a otras generaciones.

Hoy somos el dibujo terminado de quien deseábamos ser ¿Cómo se ve el resultado? ¿Nos gusta? ¿No? Bueno hay que arreglarlo un poco quizá, pero no podemos desecharlo, solamente buscarle los mejores rasgos y reconocer que una vez nos gustamos más, sigámoslo haciendo.

…Incertidumbre es el dolor del alma.

Incertidumbre es el dolor de amar.

(Curiel, Gonzalo. Incertidumbre)

martes, 24 de junio de 2008

Hubo un tiempo

De un tiempo acá algo se ha ido adelgazando en el tejido que soporta la capacidad de confianza, la disposición a conceder y la entrega gratuita de la esperanza.
Aunque el tema me remite principalmente a la experiencia de ciudadana abarca mucho más que eso.
Porque esta condición de desconfianza y sospecha permanente se ha ido formando a través de los últimos años -veinte quizá- a partir de la que se puede considerar como la relajación de las relaciones interinstitucionales.
Resulta complicado hablar de un estado de cosas en el pasado sin correr el riesgo de parecer anacrónica o peor aún, retrógrada.
Aceptando la tan llevada y traída afirmación de que ‘en política el fondo es forma’, las formas “nuevas” a partir del debilitamiento parcial primero, y generalizado después de las estructuras priístas de poder han dado lugar a un vacío en lugar de nuevos contenidos.
Instituciones creadas para sostener y fortalecer un esquema de gobierno particular fueron quedando desamparadas al irse diluyendo en las nuevas relaciones sus posibilidades de control y por lo mismo de funcionar.
Lo interesante es que en el análisis desde el cubículo del investigador o del aparador del privilegio mediático, la realidad pone en el escenario los elementos de interpretaciones evidentes, pero se olvida la mayoría de las veces, lo que significa realmente en el impacto directo al último de la cadena de estas relaciones que es el ciudadano.

Al igual que en las medidas de aparente control sobre los precios de ciertos productos bajo el argumento de que son los que “la gente” consume mayormente, encerrando en ese concepto la más amplia y sectaria muestra de la brecha clasista de México, el “ciudadano” viene a ser esa entidad abstracta en la que no se piensa cuando se habla del significado de los cambios, y la transición, y lo viejo y lo moderno y… lo que sea.
Al ciudadano, como usted y yo, o la gente, igual, como usted y yo, nos parecía natural y eficiente algunos de los trámites que efectuaba ante oficinas públicas; las personas que lo atendían a uno eran empleados con experiencia y destreza en el manejo de las áreas a las que estaban dedicados, el siguiente mando tenía también en control los pasos requeridos para hacer de tal o cual trámite un camino por el cual circulaba uno con moderada certeza.

Ahora el mismo recorrido ante la ventanilla lleva en sí una carga de incertidumbre de la que nada puede salvarnos, ante la improvisación de personal en cada administración en donde los allegados de los funcionarios, al igual que sus familiares, celebran con júbilo sexenal o trienal el premio gordo de haber llegado a un puesto y el reciclaje de empleados de una dependencia a otra, en áreas que no están relacionadas en absoluto; no queda más remedio que encomendarse a la mejor de nuestras creencias o simplemente al horóscopo para esperar que la suerte nos favorezca si no con la realización a buen término de nuestro trámite al menos con la mediana cortesía que nos permita terminar la jornada sin los sinsabores de la arrogancia y el desdén.
Lo peor que puede suceder después de una ruptura o una separación es que en algún momento de conflicto o problema llegue uno a añorar la parte buena de los malos tratos y esa sí es una derrota por partida doble.
Quienes pudieron (o pudimos) estar cansados y desgastados por todos los vicios que el régimen anterior albergó, a la distancia y ante la experiencia, podemos reconocer las formas -y por lo tanto el fondo- de algunas políticas que demostraron su eficiencia y las cuales bien podrían ser imitadas o conservadas.
Ante la explicación de las crisis de todo tipo, que sobrepuestas parecen ser como las capas de la cebolla en donde carencias y fallas parecieran no distinguirse unas de otras, se le agrega un desenfado y menosprecio por crear un nuevo modo de ser en las políticas públicas que brinden al último ciudadano en la cadena de los efectos de las decisiones, alguna seguridad y un poco de entendimiento acerca de la manera en que algunas cosas funcionan.
Mientras tanto, a riesgo de parecer anacrónicos quisiéramos hacer el utópico ejerció de tomar lo mejor de los mundos para armar una realidad en donde “la gente” -de nuevo, usted y yo- pudiésemos ser el objetivo de la eficiencia o la mejor de las intenciones de esta realidad en donde nos ha tocado vivir.

…No nací con vocación de héroe
No ambiciono
sino la paz de todos (que es la mía) sino la
libertad que me haga libre cuando no quede un
sólo esclavo…

(Pacheco, José Emilio. Fray Antonio De Guevara reflexiona mientras espera a Carlos V)

jueves, 19 de junio de 2008

por Javier Manríquez

LAS ESTACIONES DEL DÍA

Javier Manríquez

He tratado de recordar la fecha en que vi por primera vez a Hadassa Ceniceros, pero mi memoria se niega ya a pactar conmigo para darme pormenores de un tiempo enmarañado del que sólo surge, nítida, la imagen de una noche inolvidable y la figura de una mujer que sabía hablar y cantar bien, aparte de ser bella. Esa mujer a todas luces atractiva, que estaba de visita en la ciudad de México, era Hadassa Ceniceros. Aquella noche lluviosa de canciones y de vino esencial hicimos a un lado al cantante y al grupo de planta del lugar donde estábamos para cantar y tocar mejor que ellos y hasta las cumbres de la madrugada, y para que la voz de Hadassa fuera la llamarada que nos marcó al vuelo con las notas definitivas de La jardinera de Violeta Parra.

Octavio Paz ha dicho que “la poesía es siempre ceremonia”,1 y ahora que asistimos puntuales a este acto para cumplir con el ceremonial de acompañar a Hadassa Ceniceros en la presentación de Las estaciones del día, su primer libro de poemas, no quiero que sea una casualidad invocar la canción de la Violeta, pues en ella se entrelazan palabras que despliegan las vislumbres de una poética, de una teoría elemental de la creación poética: el poeta es jardinero y la poesía —como las flores— cura. La poesía sirve como el “cogollo de toronjil” que cultiva la jardinera como remedio para las penas, y las flores que ésta planta y cuida —“enfermeras” del alma: concreciones sensibles del poema— son para todos. Por eso la Violeta dice:

heredarás estas flores:
ven a curarte con ellas.

No es otra cosa lo que podemos expresar cuando presentamos un libro, cuando nos constituimos en la especie de puente que utiliza el autor para llegar al lector, cuando, como en este caso, leemos un puñado de poemas para ser portadores enseguida de una experiencia personal de claridad que debe trasmitirse —con rigor y generosidad a la vez— a los demás lectores, para que éstos se aproximen a la obra, tomen posesión de ella y la contemplen a partir de su lectura. Ver la obra ajena, particularmente si es de un contemporáneo —señala también Octavio Paz—, exige un acercamiento que es también un desprendimiento; al acercarnos al otro, nos alejamos de nosotros mismos: se trata no tanto de hacer nuestra la obra como de que ella, así sea por un instante, nos haga suyos.”2

Los poemas de Las estaciones del día comenzaron a captar mi atención y me fueron haciendo suyo desde el principio del libro, desde los discretos endecasílabos contenidos en el poema “Si dejarte leer”:

Si dejarte leer de mis palabras
...
fuera el modo secreto
de quererte...

Pero fueron definitivos los versos de “Hay una voz, me dicen” para darme cuenta de que Ceniceros sabe lo que hace, y logra saberlo de manera exacta porque el ser y la voz que se pasean en su escritura le pertenecen sólo a ella, como también pueden constatarlo los demás, los otros, los lectores, quienes le dan existencia plena para poder escribir:

Me aseguran que existe una voz
una palabra
que solamente a mí me pertenece.
Un tono para hablar
para decir.

Me dicen que mi juicio
y mi cariño
aún sin escribirlos
se distinguen.

Lleva mi tono un ritmo
y su medida.

En el texto que precede a los poemas del libro dije de algún modo que cada uno de ellos posee un ritmo propio que nos conduce a un fondo de vida que la autora conoce bien. Ceniceros consigue moldear imperceptiblemente esa materia suya: los contenidos sedimentados de la memoria, que pueden surgir, incluso, mientras sacude cuadros o lava los platos, espoleados por el cálculo con el que va ordenando las palabras precisas y que debe estar presente siempre para que no se vaya el hilo de la madeja del poema. Con esa escuela a cuestas, de la que no se desprenden nunca los buenos poetas, Hadassa Ceniceros sale a decir:3

Ensayo historias
con el suave sabor
que dejan los deseos alcanzados
puedo inventar también
la placidez de noches olorosas
a besos y caricias.

Ensayar historias y que éstas tengan el sabor de “los deseos alcanzados” requiere, desde luego, estar en posesión de un lenguaje que aliente y permita expresar la vivacidad de las imágenes poéticas. Dueña de ese lenguaje —un lenguaje sencillo, sin edad—, Hadassa Ceniceros accede entonces a la concreción de la materia que veremos fluir sin tropiezos a lo largo de Las estaciones del día: el tema del amor, que es el eje de la obra. Y la apuesta de Hadassa está en decir el amor, apacible y firme, contra viento y marea, contra la sustancia del tiempo y sus accidentes, para contemplarse a sí misma en lo que escribe mientras la oímos, muy quedo, repetir:

Tras el cristal azul de mi ventana
mis ojos entre líneas me sonríen
el tiempo aún es promesa
a la distancia
la vida estalla en olas en la playa.4

Copilco, Distrito Federal, 11 de junio de 2008