domingo, 11 de octubre de 2009

Nostalgias privadas


Los momentos de mayor vulnerabilidad o fragilidad en el hombre o la mujer los remite irremediablemente a evocaciones de variadas y múltiples características.
Cuando la salud se quiebra y se queda la persona atrapada en una cama de hospital le llegan en tropel a plazos diferentes, muchos recuerdos y remembranzas en trozos que solamente los misterios de la mente pueden discernir.
Lo interesante es que es en estos relámpagos de la memoria queda de manifiesto los temas relevantes en vidas que quizá en el desempeño cotidiano tuvieron otras ocupaciones y expresiones. Una maestra conocida, por ejemplo, dedicó la mayor parte de su vida a la docencia y a las actividades magisteriales, sin embargo en sus últimos días ella hablaba de recetas de cocina y de tiempos cuando acudía a los bailes con las primas y amigas. Mi padre que trabajó en empresas avícolas casi la mitad de su vida, al final solamente hablaba de sus tiempos de estudiante en un seminario bautista en los finales de la segunda década de su vida. Recordaba con detalle nombres, fisonomías y los lugares de procedencia de compañeros a los que nunca volvió a ver, una vez concluidos sus estudios.
Llego al descubrimiento de que cada uno fabrica sus nostalgias y los elementos que las compongan dependerán de una selección misteriosa de la mente y sus afectos.
Un amigo me envía un power point con el tema de Mafalda, el personaje de Quino, que cumplió ya hace tiempo cuarenta años y que agregados a la edad que los personajes tenían los ubica en los cincuenta y tantos años de edad. En imágenes acompañadas por el texto que supuestamente envía uno de ellos a Mafalda hace un recorrido por el destino que tuvo cada uno de ellos de acuerdo la personalidad que se les daba en sus historietas.
Pero la verdad es que la vida real carece de esa relación lógica entre el perfil de un niño a los diez o doce años y la consecuencia natural en el desarrollo de él como adulto.
No siempre el mejor dotado para el deporte se dedicó a practicarlo hasta lograr hacer de ello su profesión, ni quien resultaba electo como presidente del grupo o como jefe de los equipos para algún proyecto escolar, hizo carrera política.
Algunos sí, manifestaban orientaciones e inclinaciones hacia áreas del conocimiento o una determinada actividad y era, quizá, la expresión de un entorno familiar que propició el desarrollo de sus cualidades y deseos; o llevaba en él (o ella) el carácter perseverante que lo mantuvo en el mismo camino para el que mostró vocación desde su niñez.
Cada uno de nosotros llegará a un punto en donde, por razones naturales, se verá con mucho tiempo para pensar y quizá con mucho espacio de soledad, algunos quizá tengan que vivir algún tiempo confinados a una cama o a una silla de ruedas.
Esto es una posibilidad tan real como que se nos caerán los dientes o nuestra vista se debilitará.
No imagino sobre qué temas girará mi pensamiento. Por lo pronto me duelen los sueños que tenía hace casi cuarenta años y que se fueron difuminando al pasar el tiempo. Si bien es cierto que dieron lugar a nuevas expresiones de esperanza y alegría lo cierto es que de repente cuando escucho alguna canción o veo en los muy jóvenes expresiones que alguna ocasión compartí, algo así como una punzada en el recuerdo y en la conciencia me remite a quien dejó un poco del entusiasmo que le acompañan a uno a los veinte y tantos.
Creo que si la vida me da tiempo voy a llorar con Víctor Jara, Neruda, y el Son de la Loma, y dejaré a mis hijos la receta de las albóndigas y la cola de res con acelgas, al igual que narraré una vez más una escena de Casablanca y repetiré que a mí me gustaba Víctor Lazslo y no Rick interpretado por Bogart y no soportaré a los Everly Brothers sin ponerme a llorar sin freno. Justo igual como mi padre me entregó en un sobre una foto con sus compañeros el día de su graduación y mi amiga me dijo paso por paso cómo hacer la ensalada navideña.
Pero sobre todo sé de verdad, que llegado el momento de rendirme y de sufrir las limitaciones de mi cuerpo, evocaré las cosas más extrañas y aparentemente absurdas. Porque con todo y que ya tenga mi maleta de nostalgias personales a la mera hora, alguien más auténtico aún, dentro de mí, tendrá otras añoranzas y me enseñará que la vida es mucho, pero mucho más sencilla.

…Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza…
(Aute, Luis Eduardo. La Belleza

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