domingo, 11 de octubre de 2009

Revisitaciones

Revisitaciones
A diez años de la muerte
de Jaime Sabines

Cuando los hijos eran pequeños y llegaban de la escuela con la alegría y el asombro de sus nuevos conocimientos entendí que la vida se renovaba en la mente de cada persona a medida que iba descubriendo sus verdades. Escuchar decir a los niños de seis años que la tierra parecía plana pero que no era y que por eso Cristóbal Colón había hecho un viaje hasta América era una experiencia conmovedora y emocionante.
Tiempo después, muchos años más tarde, me encontré en una clase de Filosofía por allá por el quinto semestre de mi carrera y me di cuenta con un asombro semejante al de mis hijos, que podía aprender conceptos nuevos y que ello me remitiría a otros mundos si en mí estaba el incursionar por ellos.
Así fue que descubrí poco a poco a algunos escritores, no solamente desde el punto de vista académico ni como una asignatura obligada de mi lista de materias semestrales, sino de una manera más personal, casi íntima. Al calor de conversaciones salpicadas con citas y referencias poéticas, en tiempos cuando la erudición de los recién llegados florecía, cualquiera que fuese el tema.
Yo no le sé de cierto, lo supongo… solían ser expresiones con las que uno coronaba alguna frase en alusión indudable a Sabines.
Y fue así poco a poco que la lectura de la poesía del chiapaneco fue cobrando una importancia para convertirlo en un “imprescindible”, hasta el día de hoy.
De pronto leer al azar cualquier verso y verse atrapado en una lectura ávida eran y son casi lo mismo.
La voz cotidiana, sin falsas entonaciones nos acerca al hombre de a pie, al que se para junto a nosotros entre muchos, en una esquina a esperar el cambio de luz para cruzar la calle, sumido en sus pensamientos en sus sueños, masticando también sus frustraciones igual que usted y yo.
Al leerlo nos proyectamos en un acto de complicidad porque le entendemos cuando la soledad lo lleva a mirar al cielo raso de su cuarto mientras escucha los ruidos de una ciudad que no da tregua y dice para si: Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo… uno es un tonto acostado, sin mujer, aburrido, pensando, solo pensando….
Jaime Sabines brinda al que se acerca palabras en las que se puede encontrar de diferentes maneras. Es como esos ventanales de las calles de la ciudad que reflejan a quienes pasan. Cada uno se mira de diferente manera: con prisa y sin detalles, de soslayo con cierta timidez, plenamente buscando ajustar la imagen proyectada al paso casual al ideal que se desea aunque sea por ese momento fugaz en que el reflejo del vidrio nos devuelve la idea que tenemos de nosotros mismos. Pero todos se encuentran. Nos encontramos.
…Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro…
(Sabines, Jaime. Te quiero porque tienes)

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