jueves, 27 de noviembre de 2008

De pasadita

Hace ya tiempo que la reflexión o el pensamiento íntimo me conduce irremediablemente a un estado doloroso de evocación y de nostalgia aún de lo no vivido.
El mundo se nos presenta día a día en versiones comprimidas de lo que alguna vez fueron días mejores. Las mañanas eran largas y el tiempo alcanzaba para hacer varias tareas ya fueran domésticas o referentes a nuestros empleos de diversa índole. Las tardes adquirían fisonomías diferentes mientras llevaba a cabo uno actividades complementarias al diario acontecer.
Poco a poco advierto que el día corre a una velocidad con la cual no logró ponerme al corriente. Si leo, escribo o realizo alguna actividad fuera de estas rutinas la mañana es absorbida por las horas de tal modo que llega el medio día en un ¡tris!
Pero en esas actividades cotidianas se van también los grandes temas. En un mundo que amenaza en caer en una fuerte depresión económica de cuyas consecuencias aún no tenemos idea solamente alcanzamos a escuchar declaraciones de optimismo infundado, según especialistas y cantos oficiales de éxito futuro.
La guerra, para la que nadie nos preparó, tiene lugar en cualquier calle, carretera o punto de la ciudad. Sin habernos advertido que seríamos sitiados, intimidados y sorprendidos por operativos, más ruidosos que eficientes, vivimos en medio de retenes y revisiones que con una mirada nos cataloga y asigna un lugar como “confiable” o “sospechoso”, después de habernos colocado en embotellamientos de los que desea uno salir huyendo a riesgo de quedar como indiciado.
Después de la última oleada de calor con la condición Santana llegaron finalmente los fríos conocidos en la región. El final del otoño bajacaliforniano llena de un viento helado las calles viejas de la ciudad. Los días se reducen a las hora de luz natural y aunque la actividad sigue en los comercios y oficinas, allá en las colonias, dentro de las viviendas familiares, la llegada de la noche nos invita a buscar tareas que brinden un poco de calor al hogar. Lejos quedaron los días en que los programas radiofónicos llenaban el espacio con música o radionovelas. Como cosa de la antigüedad recuerda alguien a los abuelos o los padres escuchando mientras cenaban al “Ojo de Vidrio”, el mismo Porfirio Cadena con todas sus peripecias.
En otros barrios los árboles navideños empiezan a aparecer y el adorno tradicional que puede tener variado significados representa para las familias el símbolo de la reunión y el encuentro y la ocasión de ofrecer lo mejor de uno en convivencias gustosas.
La vida como siempre, corre paralela en realidades innegables. Por una parte esta el escenario de la sospecha, del miedo, de la desidia. De los grandes titulares y los comentarios de café que no logran permanecer en la preocupación real más allá de lo que dura un día. El día siguiente la noticia será otra, los aniquilados brutalmente se sumarán a las cifras enormes de las estadísticas sobre delincuencia.
Los sospechosos de corrupción, los investigados por denuncias o implicaciones declaradas por sujetos de procesos judiciales, serán más tarde simples nombres olvidables o de repente algún personaje de mayor calibre servirá de “ejemplo” de lo que es aplicar todo el peso de la ley.
Y así seguimos, entre la realidad y la ternura, entre el cinismo de un mundo real y las bondades de un mundo que buscamos como cierto aunque sea en ciertas fechas y en ambientes reducidos.
Personajes queridos se separan definitivamente de nosotros y dejan un hueco en donde por lo pronto solo habita la tristeza y la pena, pero seguros de que brotarán formas bellas y armónicas de rendir tributo a vidas dedicadas al estudio, la cultura y la amistad.
Con la tristeza, el frío, la emoción, la nostalgia y la esperanza repartida entre todos, nos enfilamos hacia el final de 2008, año en que ayer apenas celebrábamos la primavera y ahora despedimos del calendario.
En algunas partes del mundo alguien da gracias por algo, nosotros bien podemos imitar el gesto.
…Por tu dulce mirar mujer ideal yo soy felizpor ti aprendí a querer con todo el fuego de mi ser.Mi alma renació con la ilusión de un nuevo solque tu imagen le dio con su carita de arrebol….(Barcelata, Lorenzo. Por ti aprendí a querer)