domingo, 11 de octubre de 2009

Un día a la vez

Un viento triste lo recorre todo, cala los huesos, se escurre entre las grietas de los bolsillos y se asoma siniestro en los espejos.
La realidad no está aparte.
Mientras se escuchan discusiones “de fondo” sobre las fórmulas y pociones mágicas con las que se realizará el milagro convertir pobres en algo diferente, acá en lo privado de mi casa, abro un monedero y extiendo sobre la mesa el contenido: si compro un paquete de fideo, un tomate y tortillas…
En un rincón descansan el bastón y los zapatos del abuelo, ahora está en cama esperando paciente y callado que me acerque con algo de comida.
Entre reuniones en restaurantes exclusivos o en banquetes de lustre internacional, los que llevan las riendas del país discuten la importancia fundamental de elevar impuestos para que personas como yo y mi familia salgamos de esta condición.
La vecina ha venido temprano a decirme que su hijo se fue para la frontera con unos amigos que vinieron por él diciéndole que conocen a alguien que los puede pasar al otro lado. Ella tiene miedo pero no lo puede detener, el joven había estado muy desesperado desde que lo recortaron del taller donde trabajaba.
En el radio dijeron lo que se pretende obtener con el aumento del impuesto a alimentos y medicamentos, no alcanzo a entender la cantidad que dijeron. ¿Qué tendrá qué ver con nosotros? Trabajé muchos años en distintos empleos pero siempre fue con contrato y por tiempos cortos, así es que nunca tuve antigüedad, luego cuando me hice vieja, a los cuarenta, ya nadie me daba el mismo tipo de trabajo. Ahora menos, tengo que cuidar a mi suegro enfermo pues no tiene a nadie más.
Que dicen que el petróleo ahora es menos, ¿y eso qué tiene qué ver conmigo? Cuando hubo más, nosotros estábamos igual.
Lo bueno que todavía puedo trabajar en casas, aunque sea dos días por semana. Ahí miro la televisión mientras limpio, porque la señora tiene su tele encendida todo el tiempo, veo mensajes en los que dicen que necesitan de unidad y apoyo para acabar con la pobreza. ¿Acaso no son quienes hablan los encargados de decidir a quién ayudan con sus acuerdos?
Si cuando andan en campaña dicen que van a hacer esto o lo otro en caso de llegar a gobernar, ¿por qué cuando están allá, me siguen diciendo que necesitan algo más de mí si lo único que tenía de valor era mi credencial electoral, así me dijeron, y se las di para que anotaran el número y voté por el círculo de los colores que me enseñaron tantas veces?
Cuando regreso a mi casa en el microbús siento un silencio diferente entre los pasajeros. Nos sentamos donde siempre, casi todas las caras son conocidas, miramos hacia las calles a través de las ventanas, cada uno va sumido en sus pensamientos. La bolsa del mercado con la pequeña compra del día ha desaparecido, yo llevo algunos víveres que la señora me dio: verdura un poco vieja, un guisado que no comieron y una barra de pan que tenía tiempo en su refrigerador.
En el trayecto escucho a un señor que dice que no es una buena medida el aumentar impuestos en estos tiempos críticos, pongo atención, eso parece una buena opinión, es un señor que dicen tuvo un premio Nóbel de Economía en no sé que año. No entiendo que es eso, pero si sale en el radio debe ser importante.
Sigo escuchando, una señora indígena que estuvo tres años presa y condenada a 21 años de prisión por haber secuestrado a varios policías, ha sido puesta en libertad por falta de pruebas, pero dicen que no es inocente, no entiendo, solamente dicen que no pudieron hallarla culpable ¿entonces? Quiere decir que si alguien asalta este microbús y en el alboroto nos detienen a todos, alguien puede decir que yo participé y como no puedo demostrar que no ha sido así, ¿pueden detenerme por el tiempo que quieran? ¿Qué pasaría en mi casa si falto? ¿Cómo se enterarían si algo así me pasa? ¿Quién podría ayudarme?
¿Por qué estoy llorando? Solamente estoy imaginando cosas. Probablemente estoy cansada. Son las cinco, en la casa no hay comida y yo traigo en el estómago el café y el taco que como cuando salgo temprano de la casa.
Recuerdo del tiempo en que mi esposo asistió a aquellas reuniones contra el alcoholismo, antes de morir: hay que vivir un día a la vez, una vez lograda esa meta, nos enfrentaremos a la siguiente, otro días más.
Creo que nos hemos convertido en un país de Pobres Anónimos en necesidad de encontrar la fuerza para cambiar lo que podemos cambiar, aceptar lo que no podemos y atinarle a saber la diferencia.
Ahí la llevamos.

Al compadre Juan Miguel,no le pagan el jornal
y aunque no haiga de comer,
lo mesmo hay que trabajar.
Pobre compadre Miguel,
la vida que le ha toca’o.
Todo el día lo ha pasa’otrabajando y sin chistar,
por unos tragos de caña
el pobre compadre Juan.
Pobre compadre Miguel,
la vida que le ha toca’o…
(Yamandú Palacios-Oscar del Monte
Coplas del Compadre Juan Miguel)

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