sábado, 25 de diciembre de 2010

De ausencias

Este año, de manera sobresaliente, nos ha tocado con la muerte de personajes significativos de la vida cultural nacional e internacional. De forma más cercana otras experiencias semejantes se han presentado en el ámbito privado.
Por otra parte, sorprendida en las rutinas suaves de mis días me llegan mensajes de personas que han quedado lejanas en el tiempo y la distancia geográfica a décadas de mi. Los medios electrónicos permiten tal evento. Ahora basta escribir el nombre de alguien en un buscador para que surjan varias posibilidades de encontrarlo, ya sea porque realice alguna actividad pública en su comunidad, desde ser funcionario hasta por haber asistido a una fiesta donde estuvo la prensa.
De esta manera y con el agregado de las llamadas redes sociales, me he topado con nombres de la época de estudiante de bachillerato en Guadalajara o de Universidad en el Distrito Federal.
Los más remotos tenían un entorno y referentes tan distintos que al establecer hoy algún acercamiento no existe ningún punto de afinidad. En algunos casos después del primer contacto que invariablemente va acompañado de expresiones de gusto, sorpresa y muchas interrogantes, le sigue una solicitud de llamada telefónica, cuando ésta se da no hay mucho qué contar ya sea porque es tanto y el tiempo en larga distancia apremia o porque se decide escuchar nada más. Recuerda uno entonces en la voz que le llega lejana con un acento distinto un recuerdo añejo de un adolescente diluido a contraluz de los años pasados desde entonces. La figura bien proporcionada de mi compañera de grupo se dibuja en la memoria en un vestido blanco anudado en los hombros que le merecían piropos y cumplidos de los compañeros de aquella generación 64-66 en la Preparatoria Uno de Jalisco en la Universidad de Guadalajara.
Recuerdo de pronto haber corrido los cuatrocientos metros para una selección de atletismo y así con vestido y zapatos duros me detuve a casi el final de la carrera para preguntarme a dónde iba. No le encontré sentido a aquel esfuerzo y algún grito insensato de los alumnos de otros grupos, ante la reducida y muy observada participación femenina, hizo que decidiera no volver a correr.
Corre el viento que trae esos recuerdos y salen con prisa por la ventana. Mi amiga de entonces es ya una profesional retirada, tuvo muchos hijos y hace tiempo lucha contra un cáncer de mama. La escucho triste y nostálgica, me pregunta por personas a las que tampoco he vuelto a ver y me parece complicado ponerla en contexto para contarle algo interesante. Le digo que la recuerdo bonita y alegre, pregunto por sus hermanos y nada más.
Me quedo pensando qué rescato de aquellos años, son varios recuerdos, la ciudad de Guadalajara me deslumbró con su verdor, sus mercados y el aroma de las rosas. La escuela, aunque importante, ocupaba un sitio reducido en mi vida. Ahí tuve mi primer empleo. La emoción de recibir el primer salario no tiene comparación. No sabía qué hacer con tanto dinero.
Después de hacer los pagos básicos a la pensión donde vivía todavía tuve para un perfume Je reviens de Worth, de un aroma que aún disfruto. Aprendí a guisar la cocina de aquella región, inicié una familia. Crecí y conocí los variados matices de la condición humana.
Cada época tiene su tiempo y su lugar. La nostalgia solamente me ayuda a recordar en la escritura pasajes y episodios de cualquier momento pasado, pero no viajo en búsqueda de nada olvidado en el camino.
En el recorrido la maleta se aligera. Cada vez son menos cosas las que me parecen necesarias. Los amigos afortunadamente son un recurso que se multiplica y florece ahí donde sea que haya una expresión personal de vida. Nunca he vivido en tierra árida.
El pasado como carga también se deshace. Queda solamente aquello que anima, que causa risa y la nostalgia entonces se convierte en una añoranza por nosotros mismos, aquellos que hacíamos drama de nada y que empeñábamos nuestros esfuerzos en proyectos sencillos. Los amores para toda la vida de los dieciséis años, el secreto de un amigo que ya todos conocían o el dolor de cabeza por no poder pagar a tiempo la renta.
Hoy recuerdo el olor a tierra después de la lluvia, el aroma a pan recién horneado de la panadería de la esquina, los puestos de flores en el Mercado Corona o el sabor a champurrado y tamales por la tarde en el Mercado de San Juan de Dios.
Recuerdo también a Sarita y su mamá fallecidas ambas, quienes nos llevaron de la mano a mi madre y a mí, a conocer barrios, iglesias y personas en aquella ciudad.
Hoy me acuerdo de mi amiga la del mensaje y la llamada, y me acuerdo igualmente de mí en aquella edad donde empecé a probar la vida como siempre he hecho todo, a pequeños, pero deliciosos sorbos.

…Aferrarse a las cosas detenidases ausentarse un poco de la vida.La vida que es tan corta al parecercuando se han hecho cosas sin querer...
(Milanés, Pablo. El tiempo, el implacable, el que pasó)

No hay comentarios: