miércoles, 13 de abril de 2011

Víctimas domésticas


Una vez más, como resultado de la denuncia anónima de una persona que logró escapar, se “descubre” un grupo de fosas en donde se encuentran los restos de más de setenta cadáveres.

San Fernando, poblado de Tamaulipas es el mismo sitio donde ya habían sido hallados los cuerpos acribillados de otro número semejante de viajeros rumbo al norte del país.

Las estadísticas fallan porque así como dicen que un rayo no cae en el mismo lugar dos veces, podría haberse pensado que una situación semejante, no sucedería de nuevo en el mismo lugar, Pero no ha sido así.

Después de haber tenido que afrontar los reclamos de países centroamericanos por el pasado evento, ahora parecería que la forma de resolver el asunto es declarar a toda prisa que los cuerpos que han ido apareciendo han sido “sólo de mexicanos”, como si esta afirmación neutralizara y descargara la responsabilidad que existe ante cualquier hecho violento. El temas es que la credibilidad mexicana ante propios y extraños sobre todo de nuestros vecinos del sur es tan escasa que una vez conocida la noticia de estos macabros hallazgos han acudido a reconocer a los fallecidos porque es indudable que ese es el paso de quienes van de sur a norte. De manera reciente se sabe cuando menos de un ciudadano norteamericano que viajaba en esos camiones secuestrados donde asaltaron a los ahora muertos, y el caso se verá más complicado porque queda claro que no es lo mismo contestarle a “María Pérez” en español que a Janet Napolitano en inglés.

Escribo y la información sigue surgiendo, a tres días de la primer anota ya van 120 muertos.

A veces pareciera que estamos (la población civil) atrapados a la mitad de dos extremos de una línea en llamas y que lo siguiente es la unión de esos dos puntos donde inevitablemente habrá una explosión.

Por una parte exigimos a la autoridad llevar a cabo acciones verdaderamente inteligentes para este combate pero por otro no sabemos a quien clamar por moderación, respeto o cautela ya que la ausencia de valores es la marca característica de los delincuentes. No estamos ante un mando único como en los tiempos de la prohibición del alcohol en Estados Unidos. El crimen organizado no es uno, son grupos poderosos con tal estructura que los que caen muertos o detenidos son sustituidos de manera inmediata para no detener el flujo de sus negocios. No tenemos alternativas, la desesperación y el dolor ante la violencia en que estamos inmersos no dan suficiente para ofrecer opciones. Inteligencia, valoración de posibilidades, protección a la población, candados anticorrupción, entrenamiento especializado a quienes los persiguen y campañas más agresivas contra las adicciones, habrá que exhibir las consecuencias atroces a la salud, la familia y el patrimonio que causa estar preso de las drogas. Educación, oportunidades, empleo, seguridad social. ¿Quién escucha? ¿Quién contesta?


(La poesía guarda silencio)

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