miércoles, 9 de abril de 2008

A quien corresponda

Hoy me quedé sin letras, decir eso viniendo de una mujer a quien casi han acusado de que le sobran las palabras, es en sí mismo muy grave. Fui educada en el discurso y la defensa argumentada, hasta el agotamiento, de la razón y como persona de raciocinio el manejo de las ideas llevan por finalidad penetrar en la mente del interlocutor para confrontar, cotejar, convencer o rendirse ante el peso de la validez de los argumentos.

Las magníficas expresiones de “porque lo digo yo”, o “no quiero discutir sobre esto” acompañado de una palmadita en el brazo pueden convertirse en el detonador que parta el Mar Rojo en dos.

Lo absurdo o contradictorio es que el despliegue que en algún momento se pueda hacer de la exposición de las ideas propias a la hora de un desacuerdo se enfrenta a un muro ya sea de enojo o de falta de recursos para contribuir a la fluidez de una discusión.

Encontrar pares a la hora de la diferencia de opinión, o cabezas frías al momento del disgusto o la controversia, es tan extraño que de darse el caso más valdría renunciar a todo y abrazar amistosamente al adversario ocasional.

Me quedo sin letras porque el sentido común no alcanza para tocar con suavidad certera y milagrosa al corazón herido de un hijo, justo ahí donde lo está necesitando. No tengo palabras para defender el derecho a la convivencia a la risa y a la canción en mundos y espacios donde en el octavo año del segundo milenio de esta era haya quienes consideren que esas son conductas inapropiadas para las señoras serias. Quedo muda cuando al menor chiste de mal gusto o la alusión de doble sentido sin la menor sonrisa, me retiro.

Dirijo una mirada casi transparente a quien me detiene en la calle para pedirme alguna explicación sobre el comportamiento político de tal o cual personaje o cuando alguna persona con quien no guardo relación personal espera que le ponga al tanto de noticias que bien puede leer en cualquier diario local.

Me dejan en silencio los conocidos que esperan que les regale mis poemas solamente porque les parece que suenan bien para leerlos en intermedios de medianoche por la radio, sin brindar el mínimo reconocimiento intelectual.

Y de plano me quedo sin habla con quienes de manera reiterada consideran que escribo porque “estoy inspirada”.

Me preocupan quienes piensan que la depresión es un estado de ánimo, los padres que habiendo tenido educación no son capaces de hacer que los niños coman verduras o hagan un poco de ejercicio físico. Me duelen los niños y jóvenes que no han leído ni siquiera un libro de treinta páginas, las mujeres que buscan la sección de sociales en los periódicos y nunca salen en ellos, o quienes buscan la nota roja para encontrarse con los nombres y las fotos de sus amigos.

Y así, muda, mientras me calzo unos jeans estrechos y de talla preocupante para mis hijas y ridículas para las tiendas donde busco algo de mi estilo –entiéndase una señora madura- y de mi medida, me dispongo a visitar al médico porque últimamente me han quedado tantos cabos sueltos y tantas etiquetas revueltas que requiero de la ayuda del especialista para que me diga en qué casillero acomodo mi autodeterminación y mi individualidad y dónde coloco la nostalgia de mis padres que de tanto sentirla la confundo con la mía.

Me pongo un suéter “color mamá” (léase turquesa claro, definición familiar) y mientras enciendo el auto y ordeno las ideas que voy a plantear al médico no atino a tararear “Cuando saldo a los campos me acuerdo”, porque yo ni en el campo he vivido y no me acuerdo de nada, cambio a Hancock a quien pienso que nunca escucharé, pero finalmente me reconforto con Bob Dylan porque puedo cantar a todo pulmón en el trayecto de mi casa al consultorio:

You say you're lookin' for someone
Never weak but always strong,
To protect you an' defend you
Whether you are right or wrong,

Someone to open each and every door,
But it ain't me, babe,
No, no, no, it ain't me, babe,
It ain't me you're lookin' for, babe….”
(But ain't me, babe)

Traducción libre:

Dices que andas buscando
alguien fuerte, nunca débil
que te proteja y defienda
tengas razón o no.

Alguien que te abra cada puerta
pero no soy yo, cariño
no soy a quien tu buscas, nena…”

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