lunes, 2 de junio de 2008

¿De dónde vienen los poemas?

A escasos días de la presentación de poesía Las Estaciones del Día, he querido hacer un ejercicio de reflexión o más bien de introspección para llegar al punto en el que pueda decir por qué escribo poesía.
Los caminos de mi vida, que no son extraordinarios ni heroicos, me han llevado en ocasiones a los territorios tumultuosos del quehacer cotidiano que significa atender un empleo, una familia numerosa, actividades políticas eventualmente y la voluntad de desarrollar una carrera en el campo de las letras.
Los tiempos entre una y otra actividad son breves y cuando se acompañan de una benévola soledad silenciosa hacen posible que el pensamiento se libere y fluya en ideas que van conformando algún poema. Son como apuntes para desarrollar más tarde algún tema más extenso. De ahí nacen los poemas, de la vida de cada día, de la emoción causada por una alegría o una pena. Del diálogo con un interlocutor imaginario, distante a veces, o del ordenamiento del pensamiento propio a las posibles versiones de lo que sería una conversación ideal con el amado, el ausente, el ideal o el ingrato.
A veces los temas se refieren a cosas, a eventos de la naturaleza, pero siempre ligados a ese sentimiento central que es la experiencia amorosa.
A esas ideas anotadas como premisas les sigue otro tiempo de dedicación a la búsqueda del complemento de cada idea original. Se insiste, se mide y agregan los conceptos en palabras que den cuerpo y forma al pensamiento central. Como en un rompecabezas de variado número de piezas, busca uno la voz que corresponda por todos sus lados a las piezas inmediatas para ir conformando el cuadro completo.
Hay ocasiones en que en una especie de flujo inacabable las palabras vienen enlazadas a otras y otras y en algo parecido al trabajo del dactilógrafo, solamente anoto la lluvia de ellas. De cualquier forma, en otro momento, la lectura calmada y cuidadosa hace que busque otros términos ahí donde hay repetición, cacofonía o imprecisión.
Tal vez sean, en mi caso, tres los tiempos de cada poema antes de dejarlos descansar un rato: la idea, la incorporación del resto del poema, la lectura y revisión.
Todo lo anterior es un proceso personal, solitario e íntimo.
Las Estaciones del Día, es la primera publicación en libro que presento, no es lo primero que he escrito, no es lo más reciente tampoco, es el resultado del verano de 2005 y no obedece tampoco a una experiencia particular, es la expresión de un momento que puede ajustarse a la medida de cada lector y en donde no se encontrarán de modo alguno con una biografía personal ni relato confesional.
Es el ejercicio de las emociones traducidas en palabras en un período grato, de buen clima, conversación alegre y la esperanza siempre presente de que la vida puede ser traducida de tantas formas como intérpretes haya.
La experiencia de esta publicación ha tomado tiempo y ha tenido también momentos de turbulencia y desencanto pero ha prevalecido la idea de compartir a través de un texto la calidez de la vida en el camino que elegimos transitar.
Los temas son los más frecuentes: el amor, la memoria, los recuerdos, la muerte, el olvido y la vida.
No escribo enigmas ni misterios.
Sólo escribo

Al maestro con cariño:

Encuentro el miércoles en la nota dedicada a la vida y trayectoria profesional del Profesor Francisco González Lujano una fotografía de su grupo de Quinto Año en la Escuela Artículo 123 de El Sauzal, a la izquierda del profesor en el cuarto lugar veo mi cara sonriente de los doce años. El profesor Pancho fue mi maestro en quinto y sexto año pero además estuve presente, por azares del destino, en el grupo donde presentó su examen profesional en 1958, fue ante el grupo de cuarto año de la Escuela Primaria Álvaro Obregón de Tijuana Baja California. Su examen consistió en una exposición de una clase de Botánica con el tema Las partes de la Hoja.
El profesor González Lujano me distinguió como alumna durante los dos años finales de mi educación primaria con un trato personalizado e impulsó inquietudes que contribuyeron a mi desarrollo personal. Cuidadoso, preparado y entusiasta, aportó a mi vida (y a la de muchos otros) en formación con valores en todos los campos que hasta la fecha conservo, los conceptos estéticos fueron una preocupación constante y la participación en la comunidad una de sus motivaciones. Una parte importante de la persona en quien me convertí en la vida adulta tuvo como base indudable la influencia de mi maestro de primaria a quien recuerdo hoy mismo con su voz llena de claridad y autoridad, el sentido del humor y la sensibilidad para impulsar las cualidades personales y únicas en sus alumnos. ¡Felicidades profesor!

…Aquí un momento solo
sin edades
desvestidos de espera
desnudos de palabras
nos miramos
viajo por tus contornos
bebo sonrisas
y en un instante breve
tras un leve suspiro
sucumbimos.

(Ceniceros, Hadassa. Aquí y ahora)

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