miércoles, 3 de septiembre de 2008

Mal y de malas

Me levanto con dos tareas en mente: preparar a mi nieto para la escuela y atender un asunto en el banco.
Son las 6.45 de la mañana, me doy otros diez minutos de "gracia", parpadeo y ya ¡pasaron!
Acudiré también a desayunar con un amigo.
Por costumbre abro mi correo electrónico, miro mis mensajes, hay uno que me deja con las cejas levantadas en un arco más pronunciado al ya exagerado que mantengo siempre.
Escribo unas líneas y corro a preparar desayuno para el niño. Sigo de memoria los datos de mi lectura veloz ataviada con mi "traje para desayunar un martes de septiembre", muevo trastos y sirvo platos, en una de esas, la manga de mi suéter lila de cashmir (así se me antoja escribirlo) se impregna del residuo de café acumulado en la base de la cafetera, no hago dramas (además ni quién vea), lavo el extremo de la prenda y lo seco con una toalla de papel.
Cumplo con mi trabajo, dejo al niño y corro a cepillarme lo dientes, en eso estoy cuando se escapa un poco de pasta dental sobre mi pecho, ¡en el mismo suéter!, limpio de nuevo, no hay dramas, salgo corriendo, voy hacia al auto, olvido las llaves, regreso y al salir de nuevo tropiezo con el sillón y me golpeo la pierna, duele horrores, pero sigo adelante.
Después, en el café a la hora de tomar el desayuno junto a mi apetitoso croissant de huevo con jamón, me ofrecen un chile güerito, tomo el tenedor y el cuchillo y al tratar de cortarlo explota en mi mano y hacia mi cara el vinagre picante.
Son apenas las 9 de la mañana y ¡quiero llorar!

No hay comentarios: