viernes, 9 de mayo de 2008

EFEMÉRIDES

Era justo la medianoche, en la zona residencial en donde nos hospedábamos por una semana se escuchaban los acordes de “Las mañanitas”. El bullicio que acompaña tradicionalmente a los cantantes de serenatas llenaba las calles vecinas y se mezclaba con el encender y acelerar de los autos. La familia donde nos hospedábamos era la de una maestra de Inglés Secundaria y directora del Instituto Comercial Inglés, amiga y mentora mía, así que le llegaron cantantes muy entonados desde las primeras horas del Día de las Madres.
Según mis inexpertos pero intuitivos cálculos era la fecha, el médico había dicho entre el 9 y el 11 y pensé: el 10.
A eso de las seis de la mañana algo en mí produjo un dolor intenso y desconocido hasta entonces, mi cuerpo se partía a partir de la cintura en direcciones opuestas. Era hora, avisé a mi esposo, él a su vez habló al señor García, el señor de la casa y nos dispusimos a ir hacia el hospital.
Mi padre que era mi instructor ya me había advertido: nada malo va a pasar, las mujeres en la historia de todo el mundo pasan por eso y siguen adelante, es solamente un momento hay que aguantar, y así lo hice.
El trabajo fue largo, doloroso y lleno de novedades para las que nadie me había dado ni siquiera una pista. Así que con veinte años, dolor y sorpresa me convertí en madre por primera vez de un niño de cuatro kilos y quinientos gramos aquel diez de mayo de 1968.
El mundo cargaba con noticias de enorme importancia: se había realizado el segundo transplante del corazón, Viet Nam ardía bajo los bombardeos norteamericanos, Luther King era asesinado, en mayo se daba algo así como la revolución estudiantil en Francia, Robert Kennedy fue ultimado en Los Ángeles en plena campaña electoral estadounidense, en Checoslovaquia se desarrollaba el movimiento de la Primavera de Praga, Stanley Kubrick dirige la Odisea del Espacio, moría Steinbeck premio nobel norteamericano, Richard Nixon ganó las elecciones, ocurre una represión de grandes dimensiones en la Plaza de Tlatelolco en México, iniciaron los Juegos Olímpicos en la ciudad de México.
Era el año que la ONU había nombrado como El año Internacional de Los Derechos Humanos y yo era mamá.
Salvo algunos hechos de gran difusión mucho de lo que ahora menciono no fue de mi conocimiento.
La noticia era que aquel niño enorme me lo tenía que llevar a la casa conmigo, que vivía entre personas sin experiencia para orientarme en nada y que con mi eterna apariencia de que “yo sé cómo hacerlo” me enfrente al gran reto de bañarlo, alimentarlo y asustarme cuando dormía más de lo que consideraba debía hacer. Perdí diez kilos, peso que mantuve por casi la mitad de mi vida, no era problema, eran los sesentas, ser flaca era moda.
Aprendí lo que es tener el corazón sincronizado al de otro ser humano pero no sabía que esa condición le dura a uno toda la vida y que con cada hijo, si tiene uno más de uno, esa sincronía mueve las acciones de tu vida, hagas lo que hagas.
El mundo cambiaba, los puños se alzaban en protestas públicas, muchos morían por sus ideales o víctimas del mal momento. Las esperanzas en personas parecía rendirse pero la fortaleza en los principios se sostenían, y mientras, yo vivía la conmoción del llanto, la mirada y algo que era una sonrisa en aquella carita nueva en mi vida con un gesto, que aún ahora que cumple cuarenta años, conserva.
Feliz cumpleaños Ariel Delgado Ceniceros, hijo.


…Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea…
(Hernández, Miguel. Las Nanas de la Cebolla)

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